“La clave es Dios”: Así han enfrentado la pandemia emprendedores latinos de la Arquidiócesis de Detroit

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DETROIT- La pandemia ha traído grandes trastornos para todos; varones y mujeres, ricos y pobres, jóvenes y gente mayor, nativos y migrantes. El trabajo ha sido, en general, uno de los rubros con mayores afectaciones. Sin embargo, no todos lo asumen de manera semejante. ¿Cómo lo enfrenta un católico? Más aún, ¿cómo lo enfrenta un empresario católico? 

Tres miembros de la comunidad latina de la Arquidiócesis de Detroit le contaron a Detrtoit Catholic en español sus de vivencias empresariales y familiares en torno a esta pandemia.  

Los caminos de Dios hacia el “changarrito” de Javier

Javier F. Muñoz Méndez llegó de México a Detroit en 2001, con su esposa y su hija, por una necesidad tremenda: a su niña le detectaron una enfermedad incurable, y los servicios de salud pública mexicanos no la atendían y desahuciaron a la pequeña. “Nos decían que no tenía salvación y que nos la lleváramos a nuestra casa para que ahí esperáramos el día en que muriera”, cuenta Javier; y él y su esposa no tenían los recursos económicos necesarios para darle atención médica digna y decorosa. Javier cayó en depresión, “pero a mi esposa Dios le dio la fuerza necesaria; y ella atendió el llamado del Señor, quien, a través de mis tíos, de mi hermana y mi cuñado, nos invitó a venir a este país. Yo lo creía imposible, pero Dios nos abrió las puertas: nos dieron el permiso y pudimos traer a nuestra niñala cual fue muy bien atendida. 

El Señor también nos hizo encontrar un hermoso grupo de oración, Caminando con Jesús, en Holy Redeemer; fue la bendición más hermosa que hemos tenido en nuestra vida el conocer de Dios, porque yo me decía católico, pero la verdad es que caminaba todo lo contrario a lo que debe ser un católicoPasaron tres años de haber llegado, y finalmente Dios tomó la decisión de llevarse a mi niña, de que estuviera con Él; habíamos comprendido que en realidad no era nuestra sino de Él

Antes de la evangelización, cuenta Javier para Detroit Catholic en Español, “pensaba que el día que yo viera en su ataúd a mi niña, ahí mismo me quitaría la vida. Pero sucedió todo lo contario: yo me encontraba cantando alabanzas al Señor; nuestros hermanos del grupo de oración fueron con nosotros el día del sepelioY ese día fue el más feliz, yo sentía la presencia de Dios, sentadito en una silla, mirándonos con ternura por haber aceptado la voluntad de Él. 

Javier era joyero en México, pero al llegar a Detroit trabajó en aquello en lo Dios le abrió las puertas: en la venta de partes para automóvil. Pero, cuenta Javier, “le pedí al Señor que me diera la oportunidad de trabajar en mi profesión de joyeroMeses después de la muerte de mi hijita, salió en el periódico un anuncio en el que se solicitaba un joyero, y un compañero del trabajo me enseñó el anuncio”. Así que Javier fue a solicitar el empleo, y le hicieron una prueba, la cual “consistía en varias composturas y en ponerle diamantes a unos lentes. Como lo hice bien, ese mismo día me dieron el empleo”.  Le dijeron que no importaba si no hablaba inglés, que lo importante es que realmente sabía de joyería.  

Ahí trabajé por ocho años a pesar de que el negocio cambió varias veces de dueños. Pero en ocasiones me asignaban demasiado trabajo y me exigían entregarlo en muy corto tiempo y por la misma paga. Entonces pensé con mi esposa en abrir un pequeño local de joyería, para hacer reparaciones y vender algunas piezas de las que hago 

Así que abrió su negocio en un pequeño local enfrente de Most Holy Redeemer en Detroit y Después de los primeros dos meses pensé que ya había fracasado, porque llegaban muy pocos clientes; pero luego un señor que arregla relojes me pidió que le permitiera hacer ahí su trabajo, y así pagábamos la renta entre los dos. Y, poco a poco, fueron llegando más clientes y fuimos obteniendo más ingresos 

Confiesa Javier que, “en cuanto al COVID-19no me afectó porque la gente me seguía buscando. Y aunque por un mes  bajó algo la clientela, eso a mí se sirvió para descansar un poco, porque yo por tiempo prolongado había estado muy saturado, con muchísimo trabajo.  

Y ante esta realidad, “todos los días, al terminar cada trabajo que me encarganyo me arrodillo y le doy gracia a Dios por mi cambio de vida, por esta nueva oportunidad, por tanta bendición, por tantos seres hermosos que han contribuido para que el Señor me pusiera en este caminar, y también para que se realizara lo que yo un día anhelé: tener mi changarrito aquí en Estados Unidos. Me siento tan agradecido que de verdad, en ese lugarcito en que estoy, siento que tengo la joyería más hermosa del mundo. Yo no pido riquezas, yo sólo pido poder estar con mi familia, poder compartir y poder disfrutar la vida que Dios nos da. Y estar preparado para el día en que Dios nos mande llamarTengo 50 y Dios nos ha dado a mi esposa y a mí un nuevo ‘muñequito, un hijito que le pedimos a Dios de todo corazón, a pesar de que nos decían los doctores que el niño podía traer la misma enfermedad que su hermanita. Pero confiamos en Dios, y él está sanito. 

Dios y la Virgen de Guadalupe con las mangonadas

Maribel Martínez Martínez y su esposo, Antonio Hernández Martínez, son originarios de León, Guanajuato, pero ya tienen muchos años viviendo en Detroit, donde viven de su negocio, que se llama “Mangonadas del Barrio”.  

Antonio y Maribel esperan que pronto vuelvan con normalidad los eventos para seguir dando a conocer sus mangonadas. (Foto cortesía de Maribel Martínez)

Maribe le cuenta a Detroit Catholic en español que, “Nuestro negocio se dedica a vender antojitos, botanas mexicanas y helados; nuestro producto principal es precisamente el que le da nombre a nuestro negocio, la mangonada, que es un helado de mango preparado con chile, chamoy y limón. 

Ella cuenta que, con la pandemia, al principio fue difícil, pues teníamos mucho miedo ya que el cambio fue de un a para otro, cerrándose iglesias y mandándonos a usar mascarilla. Afortunadamente no nos afectó  grandemente, pues el negocio lo tuvimos cerrado sólo unos días, y coincidieron con la Semana Santa; nosotros por lo regular los días santos los tomamos de descanso, especialmente el Viernes Santo 

Asíla mayor parte del tiempo el negocio ha permanecido abierto;  sin embargo, muchos de nuestros trabajadores decidieron quedarse en casa, y de hecho nosotros les dimos a elegir, porque no los queríamos tener por fuerza trabajando. Debido a esto, “mi esposo y yo le tuvimos que entrar al doscientos por ciento en el trabajo, ya que no había suficientes empleados” 

En el poco tiempo en que el negocio se cerró, “nos dedicamos a hacer cosas en familia que teníamos un poquito olvidadas porque el trabajo nos absorbía demasiado; por ejemplo, ver televisión juntos, cocinar en familia o platicarEn cuanto a los espiritual” somos miembros de la parroquia de Santa Ana, y cada ocho días nos reuníamos en la sala para escuchar la Misa en familia. 

Maribel Martínez está convencida de que, “En los diez años que tiene nuestro negocio la clave del éxito siempre ha sido Dios, la fe en Dios, dándonos cuenta de que todo es de Él, nada de nosotros. Si tenemos lo que tenemos, es porque Él nos lo ha prestado; y el día de mañana, si Él quiere que ya no lo tengamos, estamos conscientes que es porque Él ya no quiere eso. No sólo durante la pandemia sino a lo largo de estos diez años hemos pasado muchas dificultades, pero nuestra fe ha sido muy, muy grande,  siempre creyendo en Dios, siempre encomendándonos a Él, siempre tratando de agradarle a Él. Cuando estamos de su lado, ya todo es más fácil. Además, tanto mi esposo como yo, siempre hemos sido devotos de la Virgen de Guadalupe, y sabemos que Ella, como Madre nuestra, siempre ha estado de nuestro lado. La clave del éxito, sea lo que sea, para mí y para mi esposo siempre ha sido Dios; sin Él no podemos hacer nada. 

La familia Hernández Martínez ha experimentado la intervención de Dios hasta en su vida empresarial en pleno tiempo de pandemia: “Teníamos planeado hacer una ampliación del negocio, en el cual agregaríamos la cocina para poder servir de una mejor manera productos calientes en el invierno, como tamales, champurrado, gorditas de harina, burritos, café, canela, etcétera. Ese plan lo teníamos desde 2019”, cuenta Maribel. “Y el permiso para la construcción nos cayó justo en la pandemia; habíamos pensado que tendríamos que cerrar, pero los inspectores nos permitieron estar trabajando a pesar de esa reparación, aunque obviamente aislando las partes del local donde se estaba arreglando la cocina”. En cuanto a la estrategia humana para mantener a flote su negocio, “lo que hicimos fue estarle hablando a la gente, anunciándole que estamos abiertos, que próximamente vamos a servir comida caliente. Siempre estando en comunicación con la gente. 

Laa fe mueve montañas enmedio la pandemia

Hermelindo Saldaña Adame, originario de la sierra mexicana en Santa Bárbara, Guerrero, llegó a Estados Unidos a la edad de 18 años. Él se gana la vida mediante el arreglo de tinas de baño; “yo no las quito, sólo las reparo y las pinto”, cuenta Hermenegildo; “sólo tengo cinco empleados, porque es muy chica mi empresa, pero así estoy contento”. 

Hermenegildo le comentó a Detroit Catholic en español sobre su empresa en esta pandemia, “La verdad es que, como dijo un señor en México, ‘nos vino como anillo al dedo’ a las personas que tenemos documentos; ¿por qué?, voy a empezar con mi familia: yo en mi empresa tengo a un cuñado y otro familiar trabajando conmigo”

Hermenegildo y sus familiares han recibido bendiciones duranate este difícil tiempo. (Foto cortesía de Hermenegildo Saldaña)

Estaban recibiendo 600 dólares por semana de lo que les daba al gobierno, más 600 o 500 de lo que yo les pagaba. Además el gobierno, a los que tenemos documentos, nos dio mil 200 dólares al principio; entonces era bastante dinero. Yo tengo aquí a un hermano al que a cada uno de los 5 miembros de su familia le dieron mil 200 dólares. 

Sin embargo, la situación no fue la misma para los que no han podido regularizar su estancia en Estados Unidos: “Conozco a muchas personas indocumentadas que estuvieron buen tiempo sin trabajar, y les afectó; sobre todo a las mujeres solas, a las madres solteras; sin embargo, de comida nunca les hizo falta nada porque aquí viernes, sábado y domingo la gente, las empresas, las iglesias y diversas organizaciones daban comida. En lo que sí les afectó o aún les afecta en el pago de la renta, porque un apartamento de una recámara y en un lugar feo, donde hay pandillas, te viene costando mínimo unos novecientes  mil dólares; un apartamento de dos recámaras que esté en un área promedio está en unos dos mil dólares. Eso es lo más caro aquí, la vivienda. 

Ahora bien, en esta pandemia pero también en cualquier otra situación la fe mueve montañas, dice HermenegildoYo soy católico de nacimiento, porque así fueron mis papás y mis abuelitos; y uno siempre tiene fe de que va a encontrar un buen trabajo, de que esto va a pasar. Mi esposa y yo fuimos parte del Encuentro Matrimonial en la Iglesia, y eso mismo les enseñamos a mis tres hijas. La mayor empezó a trabajar hace siete años cuando no había trabajo para los maestros; trabajó en una iglesia católica, y ahora trabaja para el gobierno, pero siguiendo los pasos que nosotros le enseñamos. 

Cuenta Saldaña Adame que él y su esposa están “en una organización basada en todas las confesiones de fe: evangélica, católica, mormona, ¡todas las fes!, y que está en favor de los migrantesPero por su propia vivencia y por lo que ha visto a raíz de esta pandemia, esto es lo que recomienda a los jóvenes: “Que sigan estudiando, que sigan adelante para que puedan enfrentar cualquier problema que se les presente y así no tengan que emigrar a Estados Unidos. Yo me vine porque no pude estudiar; yo nada más estudié hasta el sexto grado de primaria, ésa fue mi niñez; yo soy de un rancho, y trabajé las tierras, pero me vine en 1980 y, gracias a Dios y al esfuerzo y al trabajo, realicé mi sueño y ahora soy un empresario. Y sin estudio también se puede salir adelante, pero es mejor con  estudio; yo así lo veo en mis hijas; las tres son emprendedoras que no necesitan a sus papás para lo cotidiano; nos necesitan para darles consejo y para darles cariño 

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