Con 50 años de trayectoria, Escuela de la Fe ofrece una formación integral y continúa formando líderes católicos comprometidos con la evangelización
Escuela de la Fe, fundada en 1975 en la Ciudad de México, tiene como misión formar educadores y líderes comprometidos en su fe para servir a las comunidades católicas de todo el mundo, contribuyendo así con la labor evangelizadora de la Iglesia.
Este instituto catequético, que forma parte de la Federación del Regnum Crsiti, fue aprobado oficialmente en 1979 por la Sagrada Congregación del Clero de la Santa Sede, un paso importante que dio reconocimiento internacional a su labor. Debido al éxito de sus cursos, en la actualidad la organización se ha extendido más allá de las fronteras mexicanas, llegando a países como Argentina, Brasil, Guatemala y Estados Unidos.
En 2003, Escuela de la Fe llegó a Michigan, y desde entonces ha logrado tocar la vida espiritual de cientos de personas.
Mónica Galindo, actual directora de la sede en Michigan, explicó a Detroit Catholic en español que esta organización comenzó en la iglesia Our Lady of Sorrows en Farmington, donde un grupo pequeño de mujeres que rezaban el rosario juntas decidieron unirse para formarse y compartir su fe.
Con el tiempo, esa pequeña semilla creció, y hoy la Escuela tiene tres sedes en Michigan: Farmington, Novi y Clarkston. A pesar de los retos que supuso la pandemia de COVID-19, el programa sigue creciendo, alcanzando a más estudiantes a través de clases en línea.
Para lograr formar educadores y catequistas que puedan llevar el mensaje de Cristo a todos los rincones del mundo, es necesario una formación sólida integral que no solo abarque el conocimiento teórico de la fe, sino también la vivencia práctica de los valores cristianos.
El trabajo de la escuela también se centra en la formación de los padres de familia para que puedan vivir su vocación como hijos de Dios dentro del hogar, fortaleciendo así la Iglesia doméstica.
Programas y cursos: un camino de formación continua
Este instituto ofrece una formación accesible para todos, desde aquellos que desean redescubrir su fe hasta los católicos comprometidos que desean seguir aprendiendo.
A partir del 3 de febrero, se estarán dictando dos cursos: Formación Humana y Mariología.
El primero está diseñado para ayudar a las personas a descubrir y comprender sus talentos y capacidades humanas en el marco de la voluntad divina. Es una oportunidad única para quienes no están demasiado familiarizados con los aspectos más teológicos de la fe, pero que buscan un encuentro personal con Dios a través del autoconocimiento y el desarrollo integral.
En una entrevista con Detroit Catholic en español, Berenice Hernández explicó que decidió tomar el curso porque sentía que no era una "católica comprometida".
“Fue una experiencia tan bonita, que me acercó tanto a Dios, que desde entonces he seguido en Escuela de la Fe. Recibimos el bautismo cuando somos pequeños, pero no conocemos realmente por qué creemos en lo que creemos, cuál es el sentido de nuestra fe ni hacia donde vamos”.
Por otro lado, el curso de Mariología es ideal para quienes desean profundizar en el rol de la Virgen María y en la historia de la salvación.
Karina Necoechea explicó que está diseñado para aquellos que ya cuentan con un conocimiento de la fe, ya que trata temas de teología mariana que incluyen la historia, los dogmas y el papel de María en la liturgia y la vida de los cristianos.
Gracias a sus cursos, muchas personas han encontrado un lugar de acogida, crecimiento y transformación. En palabras de varias de sus alumnas, el camino en la escuela es un proceso que impacta no solo su vida religiosa, sino también sus relaciones personales, su trabajo y su comunidad.
Lucy Reinel, quien forma parte de Escuela de la Fe desde 2008, explicó que sigue involucrada porque le ha permitido crecer espiritualmente y afrontar mejor los desafíos cotidianos.
“Todo lo que aprendes se convierte en una herramienta importante para superar los problemas de la vida diaria. Porque estás tan arraigada a tu fe y a tus conocimientos que puedes enfrentar mucho mejor las cosas que te suceden. Este recorrido no significa que no te van a suceder cosas. Pero con una fe fuerte y sólida vas a poder enfrentarlas mucho mejor”.
Criselda Robledo llevaba 13 años alejada de la Iglesia. Se acercó a Escuela de la Fe por primera vez en 2013. Desde el primer momento se sintió acogida, encontrando un lugar de pertenencia.
“Es muy importante cuando vienes a un país como expatriado o extranjero, sentir que formas parte de una comunidad. Este grupo se ha vuelto mi círculo de confianza. Gracias a lo aprendido, siento que puedo ver los problemas de la vida desde otro punto, con la mirada puesta en la Cruz. ”.
Lo que hace única a Escuela de la Fe es la comunidad que se forma entre los alumnos. En muchos testimonios se resalta la importancia de ese “hermano” o “hermana” que acompaña el proceso de aprendizaje no solo de manera intelectual, sino también en un nivel emocional y espiritual.
Adriana Cuen explicó que cuentan con muchas actividades para fortalecer esa red de apoyo.
Las Mañanas de Reflexión son un espacio especial organizado cada mes, donde los miembros de la comunidad se reúnen a rezar, escuchar una charla de un sacerdote y compartir en un ambiente de fraternidad y oración.
Estos encuentros, junto con los retiros espirituales y las celebraciones litúrgicas, ofrecen a los participantes una oportunidad única de conectar con Dios y con los demás miembros de la comunidad, compartiendo su fe y viviendo los valores del Evangelio.
“Esta es mi nueva casa, donde puedo crecer como persona”, reflexionó Adriana.
El impacto de Escuela de la Fe en la vida de sus estudiantes es profundo. Muchos han experimentado un renacer espiritual, mientras que otros han encontrado en ella un lugar de pertenencia y apoyo.
Con 50 años de existencia, esta organización sigue firme en su misión de formar catequistas y líderes, dispuestos a ser instrumentos de evangelización y de transformación en sus comunidades.
En Escuela de la Fe, cada lección es una oportunidad para crecer espiritualmente, compartir el amor de Dios y convertirse en una mejor versión de uno mismo, al servicio de Cristo y de los demás.