Estos papás y mamás participan en el Sínodo de la Sinodalidad

En el sentido de las agujas del reloj, desde la izquierda: Kelly Paget, de Australia, posa con su esposo Chris y sus tres hijos, Dennie (13), Samson (10) y Oscar (5), en la reciente Primera Comunión de Samson; José Manuel De Urquidi, un ciudadano mexicano que vive en Dallas, entra al salón del Sínodo con su esposa y su hija mayor, Inés, en su cumpleaños; Maria Sabov, de Ucrania, está de pie con sus hijos Veronika (15), Viktor (13) y Pavlo (9), y su esposo, el P. Viktor, un sacerdote católico griego. | Crédito: Cortesía

Los padres de familia hacen malabarismos con las diferencias horarias, los cumpleaños perdidos y las llamadas inesperadas para hacer tareas mientras ayudan a trazar un rumbo futuro para la Iglesia en el Sínodo de la Sinodalidad.

A principios de este mes, María Sabov recibió una inesperada videollamada de su hijo Pavlo, de 9 años, mientras estaba en una reunión importante. Él necesitaba ayuda con su tarea.

La madre de tres hijos, de 37 años, respondió rápidamente a las preguntas de su hijo sobre su idioma nativo, el ucraniano, y luego volvió al trabajo como miembro con derecho a voto en el Sínodo de la Sinodalidad en Roma.

“Mis compañeros delegados en el Aula Pablo VI bromeaban que las responsabilidades parentales no tienen descanso, ni siquiera para un sínodo”, compartió Sabov con el National Catholic Register.

Esta es una realidad que Sabov no vive sola. En una novedad notable para un Sínodo de Obispos, el 26% de los 368 miembros con derecho a voto en el Sínodo no son obispos. Entre estos 96 delegados hay varios padres de familia, algunos con hijos pequeños en casa.

Por lo tanto, aunque a menudo se hace referencia a los participantes de esta reunión única como “Padres y Madres Sinodales”, también es cierto que varios de ellos son papás y mamás del Sínodo.

La nueva dinámica ha dado lugar a numerosas anécdotas coloridas, desde padres sinodales que se encuentran e intercambian historias en el retiro de apertura, hasta una madre que se presentó a los cardenales y obispos de su pequeño grupo mostrando fotos de sus hijos en su teléfono.

La inclusión de padres y otros no obispos como miembros con derecho a voto también ha llevado a algunos a preguntar si esta reunión debería llamarse correctamente un Sínodo de Obispos, y a cuestionar el peso de su documento final.

Sea cual sea el estatus canónico de la asamblea actual, los papás y mamás que aceptaron la invitación del Papa Francisco para asistir al Sínodo están aportando una perspectiva parental a las deliberaciones, incluso mientras ejercen su rol de padres desde la distancia.

Criar hijos durante el Sínodo

Para algunos de estos padres, continuar involucrados en la vida familiar mientras están en Roma implica no sólo lidiar con agendas ocupadas, sino también con diferencias horarias significativas.

Kelly Paget, una de los 10 delegados no obispos de Oceanía, sabe bien de esto. Su hogar en Broken Bay (Australia), al norte de Sydney, está a nueve horas de diferencia con el Vaticano.

Paget, de 41 años, está agradecida de que las pausas para el café del Sínodo (ella las llama “pausas para el té”) coincidan con la hora en que sus tres hijos —de 13, 10 y 6 años— se van a dormir, lo que le permite participar en su rutina de acostarse.

“Puedo hacer una videollamada con mi familia, rezar las oraciones de la noche con mi esposo y mis hijos, y despedirme de ellos cuando mi esposo los acuesta”, dijo Paget, canciller de la Diócesis de Broken Bay.

De manera similar, José Manuel De Urquidi aprovecha los momentos en que su horario y el de su familia coinciden para hablar con sus tres hijos, de 10, 7 y 4 años, en Dallas, Texas (Estados Unidos). Habla con ellos mientras van a la escuela (durante la pausa del almuerzo del Sínodo), y luego en el camino de regreso a casa (justo antes de que él se vaya a dormir en Roma).

De Urquidi, originario de México y uno de los delegados no obispos de América Latina, habla con sus hijos sobre sus “mejores y peores momentos” y lo que están aprendiendo en la escuela. Como no puede unirse a las oraciones nocturnas con su familia, utiliza la llamada de la tarde para preguntarles por qué están agradecidos con Dios y cómo han ayudado a alguien en la escuela ese día.

Este hombre de 40 años también habla con su esposa cuando sale del aula del Sínodo en Roma cada noche a las 7:40 p.m. Conversan sobre la logística familiar, toman decisiones juntos, y él también la escucha y apoya en los desafíos que pueda estar enfrentando en casa.

“Esto es importante, muy importante”, subrayó De Urquidi, fundador y CEO de Juan Diego Network, una red de podcasts católicos para latinos.

Los partidos de béisbol, los conciertos de coro y otros momentos importantes en la vida de los hijos no se detienen mientras los padres sinodales están en Roma, algo que De Urquidi señaló en una reciente publicación en redes sociales.

“Como hombre de familia, ha sido un reto”, escribió. “No hay razón para negarlo. Al contrario”.

Así que los delegados tratan de participar en la vida de sus hijos desde lejos lo mejor que pueden.

El diácono Geert De Cubber, de 50 años, no estaba en su casa en Bélgica cuando el segundo de sus tres hijos (de 22, 21 y 19 años) cumplió años a principios de este mes, pero aún así se aseguró de conmemorar la ocasión.

“Tuvimos una conversación larga y agradable por teléfono, hablando de cosas normales entre padre e hijo”, dijo el diácono de la Diócesis de Gante, miembro de la delegación europea en el sínodo.

Discernimiento para asistir

Los padres en el Sínodo reconocen las dificultades de estar fuera de casa durante un mes, pero sabían a lo que se enfrentaban cuando decidieron asistir.

Los cuatro que hablaron con el National Catholic Register compartieron que fue necesario un discernimiento serio para decidir si asistir a Roma tenía sentido para ellos y sus familias.

El diácono De Cubber dijo que antes de tomar la decisión de asistir, tuvo un “sínodo familiar” con su esposa y sus tres hijos. Todos le animaron a ir, pero si uno de ellos no lo hubiera hecho, asegura: “No estaría en Roma ahora mismo”.

“Es así de simple: mi primera vocación es mi matrimonio y mi familia. Todo otro compromiso proviene de eso”.

Para Sabov, de Berehove, en el oeste de Ucrania, la decisión fue aún más compleja debido a la guerra con Rusia, que “se ha convertido en parte de nuestras vidas”. Como esposa de un sacerdote católico griego, el Padre Viktor, también desempeña un papel clave en su comunidad parroquial.

Pero Sabov habló con su esposo y sus hijos, de 15, 13 y 9 años, y todos acordaron que el Sínodo era una oportunidad importante para que ella representara no sólo a Ucrania, sino también a la eparquía católica griega de Mukačevo a la que pertenece.

“Es una responsabilidad, una misión importante y un honor para mí”, dijo al Register.

Para Paget, de Australia, fue su esposo, Chris, quien la ayudó a estar abierta a la posibilidad de participar en el Sínodo, animándola a “decir que sí, y si tienes que estar ahí, lo haremos funcionar”.

Cuando descubrió que el Papa Francisco la había seleccionado para participar, su reacción fue tan emotiva que su “esposo pensó que alguien había fallecido”.

Paget dijo que extraña intensamente a sus hijos y a su esposo, pero que la ayuda de sus padres y suegros, que cuidan de su familia en casa, ha hecho las cosas más fáciles.

“Estoy muy bendecida de que a mis hijos no les falte amor ni atención”, comentó.

Asesoría parental

Aunque es difícil estar lejos de sus hijos, los padres en el Sínodo creen que tienen algo distinto que aportar y están agradecidos de haber sido incluidos.

Paget ha hecho un esfuerzo por compartir cómo el “don único de su hijo, que proviene de vivir con autismo, puede ser particularmente desafiante en el entorno de la Iglesia”.

“He tratado de ser lo más vulnerable posible para compartir mi historia con la esperanza de que pueda ayudar a muchos otros que anhelan sentirse bienvenidos en sus comunidades parroquiales”, dijo al Register.

El diácono De Cubber señaló que ser padre implica “saber lo que es discernir juntos”, una consideración central en la discusión del Sínodo sobre una mayor escucha en el gobierno de la Iglesia.

“Una familia —la comunidad de fe más pequeña posible— es un pequeño Sínodo, se podría decir”, comentó el diácono belga. “Esa experiencia de discernimiento familiar puede ser traída al Sínodo por todos los padres”.

Sabov ha tenido el honor de compartir su perspectiva única como católica oriental, y de enfatizar “la importancia de apoyar los valores familiares en la comunidad de la Iglesia”.

De hecho, uno de los momentos más aplaudidos de la sesión de este año del Sínodo ocurrió cuando una madre pidió más enfoque en mejorar la iniciación cristiana de los niños pequeños.

Renee Köhler Ryan, una filósofa australiana, delegada del Sínodo y madre de cinco hijos, comentó al Register en la sesión del año pasado que la participación de los padres brinda a los obispos información útil sobre “lo que está sucediendo dentro de la Iglesia doméstica”. Pero si la reunión, que Köhler Ryan describió como más una “Asamblea del Pueblo de Dios” que un Sínodo de Obispos propiamente dicho, aspira a ser verdaderamente representativa, ella cree que los organizadores deberían agregar más “católicos comunes” al grupo.

Por supuesto, también es cierto que las mamás y papás del Sínodo reciben algo de la experiencia que llevan de regreso a casa.

Para Sabov, han sido las palabras diarias de apoyo y oración por Ucrania de parte de sus compañeros delegados, incluyendo los cardenales y obispos de todo el mundo, las que han dejado la impresión más fuerte.

El diácono De Cubber espera que su tiempo en Roma sea una bendición para sus hijos.

“Para mí, el sínodo es un testimonio visible de la obra del Espíritu Santo en la Iglesia de hoy”, dijo. “Espero y rezo para que sea capaz de traer esa experiencia a casa”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register.



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