Papa León XIV previene de la pretensión de que la verdadera alegría “debe ser sin heridas” ni “dolor”

El papa León XIV habla a los visitantes y peregrinos mientras reza el Ángelus después de celebrar la Misa por el Jubileo de los Migrantes y el Jubileo de las Misiones en la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 5 de octubre de 2025. (Foto de CNS / Lola Gómez)

El Papa León XIV previno durante la Audiencia General de este miércoles de la pretensión de que la verdadera alegría “debe ser sin heridas” ni “pruebas” al tiempo que aseguró que el dolor de la vida “no es la negación de la promesa”.

“Hay un obstáculo que a menudo nos impide reconocer esta presencia de Cristo en lo cotidiano: la pretensión de que la alegría debe ser sin heridas”, aseguró el Pontífice.

El Santo Padre continuó como en las semanas anteriores con la catequesis sobre la resurrección de Cristo al subrayar que su presencia no se impone con “clamores” sino que con “paciencia” espera el momento adecuado para “transformar la decepción en confiada espera”.

Ante cientos de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, pidió la Gracia de poder notar la “presencia humilde y discreta” de Cristo y de descubrir que “todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión”.

El Santo Padre comenzó su catequesis sobre la Resurrección con la imagen de los discípulos de Emaús que caminaban “tristes porque esperaban otro final, un Mesías que no conociera la Cruz”.

De hecho, a pesar de haber oído que la tumba está vacía, son “incapaces de sonreír”, aseguró. Pero Jesús “está a su lado y, con paciencia, les ayuda a comprender que el dolor no es la negación de la promesa, sino el modo en que Dios ha manifestado la medida de su amor”, indicó el Papa.

Cualquier pecado puede ser visitado por la esperanza

En este sentido, afirmó que la Resurrección de Cristo “nos enseña que no hay historia tan marcada por el desengaño o el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza”.

“Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios”, señaló.

Por ello, León XIV invitó a descubrir que “bajo las cenizas del desencanto y del cansancio siempre hay un rescoldo vivo, a la espera de ser reavivado”.

La humildad de Cristo en la Resurrección: sin efectos especiales

Durante su alocución, el Pontífice se centró en la humildad con la que Cristo resucitó que “no hace nada espectacular para imponerse a la fe de sus discípulos”.

“No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo”, explicó. Al contrario, se acerca discretamente, como “un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan”.

“Habríamos esperado efectos especiales, signos de poder, pruebas abrumadoras. Pero el Señor no busca eso: prefiere el lenguaje de la proximidad, de la normalidad, de la mesa compartida”, explicó el Papa.

Así, aseveró que resucitar no significa convertirse en “espíritus evanescentes”, sino entrar en una “comunión más profunda con Dios y con nuestros hermanos, en una humanidad transfigurada por el amor”.

La imagen de Jesús resucitado comiendo una porción de pescado delante de sus discípulos, continuó el Santo Padre “no es un detalle marginal, es la confirmación de que nuestro cuerpo, nuestra historia, nuestras relaciones no son un envoltorio para tirar” sino que están “destinados a la plenitud de la vida”.

Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios

De este modo, indicó que en la Pascua de Cristo, todo puede convertirse en Gracia. “Incluso las cosas más ordinarias: comer, trabajar, esperar, cuidar de la casa, apoyar a un amigo. La Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su sabor. Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios”, aseguró.

León XIV también aseveró que el Señor se acerca a nosotros en los lugares más oscuros: “En nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman”.

“Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno. Hoy, el Señor resucitado viene junto a cada uno de nosotros, tal como recorremos nuestros caminos -los del trabajo y el compromiso, pero también los del sufrimiento y la soledad- y con infinita delicadeza nos pide que nos dejemos calentar el corazón”, concluyó.

- Esta nota fue publicada originalmente en ACIPRENSA.



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