EASTPOINTE — Durante 50 años, el Centro para gente sorda St. John ha sido un lugar donde la comunidad católica sorda de Detroit se ha reunido y ha encontrado su lugar.
Pero, lo más importante, es que ha sido un espacio donde esta comunidad ha experimentado el amor de Dios.
El domingo 18 de agosto, el Centro para gente sorda St. John celebrará su 50º aniversario con una Misa al mediodía en la Holy Innocents Church en Roseville, conmemorando medio siglo en el que la comunidad sorda ha tenido su propio espacio de culto.
Se trata de un lugar donde pueden honrar y alabar al Señor en su propio idioma y sentirse parte del Cuerpo de Cristo.
"Brindamos a las personas un sentido de pertenencia, donde se sienten parte de una comunidad", dijo el P. Michael Depcik, OSFS, quien fue director del Centro St. John desde 2011 hasta 2023, en una entrevista con Detroit Catholic, a través de la intérprete de lenguaje de señas americano Veronica Balcarcel, actual directora del Centro.
“Nos reunimos para orar, compartir y disfrutar juntos”, añadió el P. Depcik. “No pueden hacer eso en sus iglesias locales porque hablan un idioma diferente”.
La comunidad católica de sordos de la Arquidiócesis de Detroit celebra Misa todos los domingos a las 10 a.m. en la Our Lady of Loretto Parish en Redford Township, en la capilla de la St. Valentine School para la comunidad de sordos del lado oeste (ese lugar celebró su 40 º aniversario del Ministerio para sordos en marzo) y al mediodía en la iglesia Holy Innocents en Roseville.
También se celebra Misa a las 10:30 a.m. todos los martes en la capilla del Centro St. John en Eastpointe, donde la comunidad se reúne para compartir una comida, disfrutar de actividades recreativas y pasar tiempo juntos después de la Misa.
"Les damos oportunidades para que sientan parte de la Iglesia", aseguró el P. Depcik. "Brindamos ayuda pastoral; si desean hablar con un sacerdote o un guía pastoral, estamos aquí para ayudar. También visitamos hospitales para quienes están confinados en sus casas y se sienten solos. Además, proporcionamos servicios para toda la comunidad sorda, ayudando así a las iglesias que no cuentan con estos servicios específicos para católicos sordos."
El Centro para gente sorda St. John comenzó a funcionar el 11 de septiembre de 1974, cuando el Cardenal John F. Dearden de Detroit celebró la Misa de inauguración en el edificio de la Ascension Parish School en Warren, en Fisher Street.
El ministerio para sordos en Detroit tiene una historia que comenzó antes del Centro St. John.
El P. Henry Kaufmann de la St. Joseph Parish en Jay Street, Detroit, inició un ministerio para sordos tras darse cuenta de que no había un sacerdote que celebrara la Misa en lenguaje de señas para los católicos sordos de la zona.
El P. Kaufmann aprendió el lenguaje de señas americano y ofreció la primera Misa para la comunidad católica sorda en St. Joseph’s el 11 de octubre de 1914, estableciendo la St. Joseph Ephphatha Society. "Ephphatha", que significa "abrir" en arameo, es la orden que Jesús dio al hombre sordo en el Evangelio de San Marcos antes de sanarlo.
El ministerio para sordos pasó por varias parroquias antes de que el Cardenal Dearden estableciera el Centro de gente sorda St. John como lugar permanente para que los católicos sordos recibieran los sacramentos. El centro está atendido por personal de los Oblatos de San Francisco de Sales.
El P. Depcik, quien es sordo y ahora ejerce su ministerio en la Arquidiócesis de Baltimore, pero sigue visitando Detroit, considera al Centro de gente sorda St. John una “joya oculta” en la comunidad.
“A veces, la comunidad sorda se siente invisible porque, si no usamos lenguaje de señas, la gente no se da cuenta de que somos sordos", dijo el P. Depcik. “Con otros grupos lingüísticos y culturales, es más fácil reconocer su origen étnico porque se escuchan diferentes idiomas. La gente ve a quienes tienen discapacidades, son ciegos o necesitan ayuda para moverse. Pero con los sordos, es difícil identificarnos”.
Como la comunidad sorda es difícil de detectar a simple vista, el P. Depcik explicó que las parroquias tienen dificultades para llegar a ellos y atender sus necesidades, lo que hace aún más valiosa la existencia de un centro en la arquidiócesis dedicado específicamente a ellos.
En el Centro St. John, la Misa es oficiada por el P. Ken McKenna, el actual sacerdote sacramental para la Comunidad Católica Sorda de la Arquidiócesis de Detroit, quien celebra en lenguaje de señas. Al mismo tiempo, Veronica Balcarel interpreta para la comunidad oyente, asegurando que la celebración sea inclusiva para todos.
El P. Depcik explicó que tener una Misa adaptada especialmente para la comunidad sorda resalta aspectos de la fe y la liturgia que la comunidad oyente puede pasar por alto.
"Muchas veces, la Iglesia hace hincapié en la audición, como escuchar la música o la Palabra de Dios", dijo el P. Depcik. “Para los sordos, lo visual es lo más importante. Vemos la presencia de Dios a través de nuestros ojos. Como no podemos usar el oído, usamos nuestras manos y expresiones faciales para conectarnos con Dios y entre nosotros”.
Un buen ejemplo de la perspectiva única que la comunidad sorda tiene sobre el Evangelio se encuentra en Marcos 7:31-37, donde se menciona que Jesús apartó al hombre sordo de la multitud antes de sanarlo. Esto demuestra cómo Cristo sabía que debía establecer una conexión personal a través de gestos y expresiones faciales para comunicarse adecuadamente con él, algo con lo que muchos sordos pueden identificarse, según el P. Depcik.
“Esa situación es similar a la que viven las personas sordas en sus hogares durante fiestas navideñas, cumpleaños o Acción de Gracias”, dijo el P. Depcik. “Están con sus familias, pero se sienten excluidos si los demás no usan lenguaje de señas. A menudo, cuando los sordos están en lugares concurridos, se alejan para tener una conexión más cercana con alguien. Jesús hizo lo mismo al llevar al hombre a un lugar tranquilo, donde podía comunicarse directamente con él a través de gestos y mostrarle cuánto lo amaba”.
Jesús dijo la palabra "Ephphatha" al hombre sordo, pero el P. Depcik dijo que esta palabra significa mucho más que simplemente abrir los oídos; se refiere a estar abierto a la comunidad, que es lo que ofrece el Centro de gente sorda St. John.
"Lo que Jesús dijo fue 'Ephphatha', permanece abierto a la comunidad. En otros pasajes del Evangelio, cuando Jesús ayudó al paralítico, le dijo ‘Levántate y anda,’” explicó el P. Depcik. A la persona con la mano paralizada le dijo: 'Extiende tu mano'. Fue muy específico en lo que quería hacer. No dijo ‘Eescucha', sino ‘Permance abierto,’ así que se trata de mucho más que solo escuchar. Se trata de que toda la persona sienta que pertenece y que es comprendida".
Ese sentimiento de pertenencia y comprensión es lo que ha hecho que la gente regrese al Centro para Sordos St. John durante 50 años.
La familia de Diane Knight creció en la St. John the Evangelist Parish en Detroit antes de venir al Centro St. John cuando abrió en 1974. Se siente agradecida por todos los ministros que sirvieron en el centro a lo largo de los años, y considera que el Centro para sordos St. John es fundamental en su vida.
"Cuando perdí a mi esposo, era muy joven, y creo que socializar con la comunidad sorda me ayudó a seguir adelante", dijo Knight a través de la interpretación en ASL de Balcarel. "Pude ir a diferentes lugares para socializar con la comunidad, y realmente agradezco el apoyo de los sacerdotes que hemos tenido, porque son increíbles".
Paul Kuplicki ha sido voluntario en el Centro St. John desde que abrió sus puertas, trabajando en diversos puestos, desde presidente del consejo parroquial hasta responsable financiero y miembro del personal voluntario.
Como sus padres también eran sordos, su familia se unió a St. John de inmediato. Kuplicki incluso volvió de la universidad para ayudar a pintar el primer Centro para Sordos St. John en la Ascension School en Fisher Avenue en Warren.
"St. John es un lugar donde podemos reunirnos, un lugar a donde podemos sentirnos como en casa, una iglesia a la que pertenecemos", dijo Kuplicki. “Aquí podemos ver, usar la lengua de señas y entender la Misa. Nos sentimos parte de la comunidad, podemos ser lectores, ujieres, y estamos completamente involucrados.
"A veces siento que la comunidad oyente no nos pide que colaboremos, que seamos lectores o que participemos en la liturgia como ministros", añadió Kuplicki. "Por ejemplo, cuando vamos a la Catedral para la Misa Crismal, veo que piden ayuda a otras personas, pero a nosotros no nos invitan a ser lectores o a participar. Es un desafío para nosotros conectar con la iglesia en general".
La esposa de Kuplicki y sus dos hijos adultos también son sordos, por lo que tener un espacio de adoración propio, donde puedan participar en la liturgia, formar parte de una comunidad de fe y conocer mejor a Dios en su propio idioma, ha sido esencial para mantener a Dios presente en sus vidas.
Es algo que agradece a los sacerdotes que, a lo largo de los años, han hecho todo lo posible para servir a los católicos sordos.
"Hemos tenido la suerte de contar con sacerdotes maravillosos, como el P. Mike Depcik, quien es sordo, y otros sacerdotes de la comunidad oyente que se dan cuenta de que la comunidad sorda puede hacer todo lo que cualquier otra persona puede hacer", dijo Kuplicki. "No puedo imaginarme sin el Centro para sordos St. John. Tenemos que estar muy agradecidos a la Arquidiócesis de Detroit porque han apoyado mucho a la comunidad sorda".