El exarzobispo de Detroit leyó una carta del Papa León XIV felicitándolo por sus años de ministerio y reflexionó sobre todas las bendiciones recibidas
DETROIT — El Arzobispo emérito Allen H. Vigneron se encontraba al fondo de la capilla del Sacred Heart Major Seminary, recordando aquel día de 1962 en que entró por primera vez a ese lugar para comenzar un camino que, con el tiempo, se convertiría en más de medio siglo de vida sacerdotal.
Hace 50 años, el 26 de julio de 1975, el entonces joven Vigneron fue ordenado sacerdote por el cardenal John F. Dearden en la parroquia St. Clement of Rome, en Romeo. Sin embargo, fue el Seminario Mayor del Sagrado Corazóndonde se formó, enseñó, fue rector y hoy reside, el lugar elegido para celebrar este aniversario tan especial.
Sacerdotes de toda la Arquidiócesis de Detroit, obispos de la región, el Arzobispo Edward J. Weisenburger (su sucesor en Detroit), familiares y amigos lo acompañaron para dar gracias a Dios por estas cinco décadas de entrega sacerdotal.
“Dar gracias por 50 años de sacerdocio es, sin duda, algo muy personal”, expresó el Arzobispo Vigneron durante su homilía. “Pero su presencia hoy me recuerda que no es algo solo mío, y estoy profundamente agradecido con cada uno de ustedes por estar aquí”.
El arzobispo también reflexionó sobre todas las bendiciones recibidas a lo largo de su ministerio, en especial por las personas con las que se ha encontrado y a quienes ha acompañado durante estos años.

“Mis hermanos sacerdotes, obispos, compañeros de trabajo, estoy muy agradecido por mi familia y amigos que están aquí,” dijo el Arzobispo Vigneron. “Mi hermano John me recordó que tuvo un papel muy especial en mi formación sacerdotal, ya que me servía cuando yo jugaba a ser sacerdote con solo 11 años”.
De forma muy especial, el Arzobispo Vigneron — hijo de la Arquidiócesis de Detroit — celebró el aniversario de su ordenación sacerdotal en la fiesta de los santos Joaquín y Ana, siendo Santa Ana, madre de la Virgen María, la patrona de esta arquidiócesis.
“Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre para salvarnos, Ana y Joaquín eran descendientes de Abraham,” explicó el arzobispo. “Sin duda, formaron parte esencial del cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham, de que sería padre de muchas naciones.”
Además, el arzobispo resaltó lo importante que fue que Ana y Joaquín fueran instrumentos en el plan de Dios para la salvación de la humanidad.
“Dios utiliza lo que hay en este mundo para mostrarnos lo que hay en el cielo,” dijo. “Una de las gracias que recibieron Ana y Joaquín fue no solo ser destinatarios, sino también protagonistas del plan de Dios; por eso, su participación en esa gracia fue aún mayor. Esta forma de gracia salvadora se manifiesta en que Dios toma lo que está mal y lo transforma en bien. Él convierte las cosas que parecían haber salido mal en instrumentos para arreglarlo todo”.

De manera similar, reflexionó humildemente el Arzobispo Vigneron, Dios lo ha tomado a él y a su ministerio sacerdotal — con todas las fallas que él mismo reconoce — y los ha convertido en una fuente de gracia para los fieles a quienes ha acompañado en el camino.
“La vida y el ministerio de un hombre como sacerdote están arraigados en esta ecología sacramental, en este estilo de la obra salvadora de Dios,” dijo el Arzobispo Vigneron. “Todo lo que un hombre tiene y es, está dedicado al ministerio de servir a la Iglesia, al ministerio de ser un instrumento para compartir la vida divina con aquellos a quienes el sacerdote sirve. Y así, al ser un agente de la salvación, el sacerdote mismo se convierte en receptor de ese don de gracia de Dios, y es realmente una inversión. Esta es parte de la gracia de Dios, su bondad: tomar un vaso de barro como yo y hacerme un instrumento de Su vida salvadora”.
Al final de la Misa, el Arzobispo Weisenburger tomó prestada una frase del autor Peter Hebblethwaite, famoso autor de la biografía de San Juan XXIII, para decir que “en su vida, hemos sido prodigiosamente bendecidos”.
“Aún te queda mucho por hacer, pero no pude evitar pensar, mientras escuchaba tu hermosa homilía, que en estos últimos 50 años, ¿acaso los fieles no han sido prodigiosamente bendecidos?” dijo el Arzobispo Weisenburger. “¿Acaso tus sacerdotes y hermanos obispos no han sido prodigiosamente bendecidos? ¿No han sido prodigiosamente bendecidas todas las personas que han estado en contacto contigo en tu ministerio?”

“Y ahora, arzobispo, hace 50 años, después de que lo vistieran como sacerdote, lo hubieran hecho dar la vuelta para que mirara al pueblo, y hubiese recibido un gran aplauso,” continuó el Arzobispo Weisenburger. “Dudo que los expertos en liturgia se molesten si digo que ese aplauso ha seguido resonando durante todos estos 50 años”.
Luego, el Arzobispo Vigneron compartió con la asamblea que había recibido una carta de felicitación del Papa León XIV, la cual fue leída en voz alta.
“A mi venerable hermano, Allen Henry Vigneron, arzobispo emérito de Detroit, al celebrar el jubileo de oro de su ordenación sacerdotal, le felicitamos por el amoroso celo con que ha trabajado tan diligentemente y por su cuidado apostólico hacia los fieles,” escribió el Papa León. “Con la mirada fija en Jesús (una referencia al lema episcopal del arzobispo Vigneron), ha cumplido dignamente su ministerio y ha guiado al pueblo de Dios con palabra y ejemplo.
“Al enviarle nuestros mejores deseos, ofrecemos con gusto nuestras oraciones por usted, pidiendo fervientemente los dones del cielo mediante Nuestra Bendición Apostólica, que de todo corazón impartimos a usted y a los suyos,” concluye la carta.
Al terminar la Misa, la asamblea se reunió en el Bishop Gallagher Parlor del Sacred Heart Major Seminary para una recepción, donde los fieles pudieron saludar y felicitar al arzobispo.

Kathleen McCann, asesora y amiga cercana del Arzobispo Vigneron, dijo a Detroit Catholic que las bendiciones que Dios ha derramado sobre la Arquidiócesis de Detroit a través del ministerio del arzobispo se han sentido en muchas partes.
McCann formaba parte de la junta directiva del Sacred Heart Major Seminary cuando el Arzobispo Vigneron regresó a Detroit en 2009, tras su nombramiento como obispo de Oakland, California, y luego trabajó con él desempeñando varias funciones, incluyendo la de presidenta del Consejo de Escuelas Católicas.
“Estoy segura de que hay muchas, muchas más formas en que el Arzobispo Vigneron seguirá sirviendo a la Arquidiócesis de Detroit y será un gran regalo para nosotros,” dijo McCann. “Creo que Unleash the Gospel y el Sínodo 16 resonarán en la vida de la arquidiócesis durante las próximas décadas. Y que él esté aquí en el seminario (en su retiro), pudiendo enseñar y continuar haciendo el trabajo al que Dios lo llame, sin duda seguirá dando frutos”.