El Papa Francisco invitó a crear una nueva alianza entre jóvenes y ancianos para crecer juntos y superar el individualismo durante su homilía de este domingo 3 de julio en la Basílica de San Pedro con motivo de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos.
En su homilía, destacó la importancia de la parábola del trigo y la cizaña y la del reino de los cielos, llamando a acoger la fragilidad y los límites de los demás con paciencia y respeto.
A continuación, otros pasajes de la predicación que el Santo Padre pronunció hoy ante 6000 fieles, muchos de ellos ancianos y abuelos acompañados por sus nietos y familiares.
La parábola del trigo y la cizaña
En su homilía explicó que Jesús usa parábolas para hablar del reino de Dios, usando historias para llegar al corazón del oyente. Las parábolas se asemejan al lenguaje usado por los abuelos al comunicar sabiduría a sus nietos. El Papa destacó la importancia del crecimiento conjunto entre los ancianos y los niños.
El Santo Padre indicó que la parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-30) muestra que en la historia humana “coexisten el bien y el mal, el amor y el egoísmo, entrelazados y a veces inseparables”.
Esta perspectiva objetiva evita ideologías, optimismos superficiales o pesimismos dañinos. “El cristiano, animado por la esperanza en Dios, no es un pesimista, ni tampoco un ingenuo que vive en el mundo de las fábulas, que actúa como si no viese el mal y dice que “todo va bien”.
“No, el cristiano es realista, sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y se mira dentro, reconociendo que el mal no llega sólo ‘desde fuera’, que no es siempre culpa de los demás, que no es necesario “inventar” enemigos que combatir para evitar arrojar un poco de luz en su interior. Se da cuenta de que el mal viene de dentro; de la lucha interior que todos tenemos”.
La parábola —ilustró el Papa —nos cuestiona sobre cómo debemos actuar cuando vemos la coexistencia del bien y el mal en el mundo. “En la narración los siervos querían arrancar la cizaña (cf. v. 28). Es una actitud animada por una buena intención, pero impulsiva y agresiva”.
Entonces, advirtió sobre una tentación detrás de la actitud de los siervos: “Piensan que podrán arrancar el mal con sus propias fuerzas, para salvar la pureza. Es una tentación frecuente: una ‘sociedad pura’, una ‘Iglesia pura’ pero, para alcanzar esa pureza, se corre el riesgo de ser impacientes, intransigentes, incluso violentos hacia quien cayó en el error”.
“Y así, —añadió el Papa— junto a la cizaña, se arranca también el trigo bueno y se impide a las personas hacer un camino, crecer, cambiar”.
Para el Papa Francisco Jesús nos invita a tener paciencia y dejar que el bien y el mal crezcan juntos hasta el momento adecuado (cf. Mt 13,30).
“Qué hermosa esta mirada de Dios, su pedagogía misericordiosa, que nos invita a tener paciencia con los demás, a acoger —en la familia, en la Iglesia y en la sociedad— la fragilidad, los retrasos y los límites”.
Sucesivamente, advirtió: “No para acostumbrarnos a ellos con resignación o para justificarlos, sino para aprender a intervenir con respeto, sacando adelante el cultivo del buen grano, con mansedumbre y paciencia”.
“Recordando siempre que la purificación del corazón y la victoria definitiva sobre el mal son, esencialmente, obra de Dios. Y nosotros, venciendo la tentación de dividir el trigo y la cizaña, estamos llamados a entender cuáles son los modos y los momentos mejores para actuar”, añadió.
El Papa dirigió su mirada hacia “los ancianos y en los abuelos” que han conseguido tantas cosas buenas, pero “también derrotas, errores”.
“Hoy, sin embargo, el Señor viene a nuestro encuentro con una palabra dulce, que nos invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle a Él el juicio, a no vivir de reproches y remordimientos”, anotó el Papa.
“Como si nos quisiera decir: “Miren el buen trigo que ha germinado en el camino de sus vidas y háganlo crecer todavía más, confiándome todo, que siempre perdono: al final, el bien será más fuerte que el mal”, agregó.
El Pontífice invitó a considerar la “ancianidad” como “un tiempo bendecido” para reconciliarse, mirar con “ternura la luz” que superó las sombras y confiar en que el bien sembrado por Dios prevalecerá sobre el mal.
“El buen trigo sembrado por Dios prevalecerá sobre la cizaña con la que el diablo ha querido infestarnos el corazón”, afirmó el Obispo de Roma.
La parábola del reino de los cielos
En otro momento, el Papa predicó sobre la segunda parábola del reino de los cielos (Mt 13,32) que nos enseña que la obra de Dios actúa de manera silenciosa en la historia, como un pequeño grano de mostaza que crece y se convierte en un árbol grande que brinda cobijo a los pájaros.
“También nuestra vida es así, venimos a este mundo en la pequeñez, nos convertimos en adultos, después en ancianos; al principio somos una pequeña semilla, después nos nutrimos de esperanzas”, sostuvo el Santo Padre.
“Realizamos proyectos y sueños, el más hermoso de los cuales es llegar a ser como ese árbol, que no vive para sí mismo, sino para dar sombra a quienes desea y ofrecer un espacio a lo que quieren construir allí un nido. De este modo, los que crecen juntos en esta parábola son el añejo árbol y los pajaritos”, expresó.
El Obispo de Roma dijo que los abuelos, como árboles frondosos, son fundamentales para que los hijos y nietos encuentren refugio, aprendan el valor de la familia y sientan la ternura del afecto.
“Hermanos y hermanas, necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la linfa de quien tiene a sus espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo”, concluyó.
Esta nota fue publicada originalmente en ACIPRENSA.