El Papa Francisco instó, en este cuarto domingo de Adviento, a pensar en el prójimo con “la amabilidad de Dios”, centrando especial atención en aquellos que han sido marginados y en aquellos que, en los últimos días, se encuentran lejos de “la alegría de la Navidad”.
“Pensemos en todos, pensemos en aquellos que están marginados, en aquellos que en estos días están lejos de la alegría de la Navidad. Pensemos en todos con la amabilidad de Dios”, exhortó a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro este domingo 24 de diciembre, para el rezo del Ángelus.
El Santo Padre recomendó no confundir la Navidad con el consumismo, y por tanto, invitó a los cristianos a “celebrar con sencillez, sin desperdicios, y compartiendo con aquellos que carecen de lo necesario o carecen de compañía”.
“Estemos cerca de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la guerra: pensemos en Palestina, en Israel, en Ucrania. Pensemos también en aquellos que sufren por la miseria, el hambre, la esclavitud. ¡El Dios que ha tomado un corazón humano infunda humanidad en los corazones de los hombres!”, exhortó.
A lo largo de su reflexión, Francisco destacó la importancia de vivir este tiempo de festividades con la sombra de la amabilidad y la solidaridad.
El Papa comenzó su intervención centrando la atención en la escena de la Anunciación. Destacó la relevancia de la imagen de la sombra en el Evangelio, citando las palabras del ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Hizo hincapié en el simbolismo de la sombra como un regalo divino que restaura y protege.
Más adelante, describió la sombra como una metáfora de la amabilidad de Dios, que actúa “como un amor amable que abraza, que fecunda, que cuida, sin ejercer violencia, sin herir la libertad”.
“Así es la forma de actuar de Dios”, subrayó.
El Pontífice recordó cómo la sombra que protege es una imagen recurrente en la Biblia, haciendo referencia a la sombra que acompañó al pueblo de Dios en el desierto.
Seguidamente, invitó a cuestionarnos: “¿Deseo dejarme envolver por la sombra del Espíritu Santo, por la dulzura y la suavidad de Dios, por la amabilidad de Dios, dándole un lugar en mi corazón, acercándome a su perdón, a la Eucaristía? Y luego: ¿Para qué personas solitarias y necesitadas podría ser sombra que restaura, amistad que consuela?”.
Finalmente, el Papa Francisco concluyó su discurso deseando a todos un buen domingo, una víspera de Navidad llena de oración, afecto y sobriedad, y extendió sus saludos de “¡Buen provecho y feliz Navidad a todos! ¡Hasta luego!”.
-Esta nota fue publicada originalmente en ACIPRENSA.