DETROIT — “El Beato Solanus Casey es un ejemplo de cómo podemos ofrecer nuestras decepciones a Dios y soportar las injusticias con paciencia”, dijo el Obispo Robert J. McClory de Gary, Indiana, a los fieles reunidos en el St. Bonaventure Monastery para celebrar el día del beato.
El Obispo McClory, nacido en Detroit, heredó su devoción al Beato Solanus de sus padres, franciscanos seglares de la Tercera Orden que se conocieron en San Buenaventura. Fue el encargado de celebrar la Misa el 31 de julio en una capilla repleta en una cálida noche de verano.
El Obispo McClory relató que, mientras era seminarista en Roma, se encontró con testimonios sobre la causa de canonización del Padre Solanus, quien en ese momento ni siquiera había sido declarado beato. Fue durante una visita al ex arzobispo de Detroit, el Cardenal Edmund C. Szoka, quien en ese momento era miembro de la Congregación para las Causas de los Santos.
El Obispo McClory leyó el testimonio del Padre Benedict Groeschel, CFR, quien vivió un tiempo con el Padre Solanus Casey y notó un hábito alimenticio singular que permitía comprender mejor su vida espiritual.
"Tenía una costumbre interesante, una especie de sacrificio que ofrecía a Dios: no importaba la comida que le sirvieran, la tomaba, la mezclaba formando una especie de puré y se la comía", contó el Obispo McClory en su homilía. "Podía ser ensalada, helado, pan, mantequilla o salsa. Lo mezclaba todo y se lo comía. Era una forma sencilla de abstenerse de algo placentero para ofrecérselo a Dios".
Esta fue una de las muchas anécdotas que el Obispo McClory y otros compartieron sobre el Beato Solanus en los días previos a la fiesta del fraile de Detroit, incluyendo el estreno de un nuevo documental con tres personas que conocieron bien al Beato Solanus.
La celebración de este año incluyó una procesión con una estatua y una reliquia del Beato Solanus alrededor del St. Bonaventure Monastery, mientras fieles de toda la Arquidiócesis de Detroit pedían por su intercesión y rezaban por su canonización.
La procesión pasó por los confesionarios de St. Bonaventure, donde el camino está adornado con pequeños mosaicos que celebran las obras de misericordia corporales y espirituales, un examen de conciencia, dijo el Obispo McClory, para recordarles a los fieles todas las veces que no pudieron cumplir con lo que Dios les pide.
"Me resulta un poco irónico que el monasterio pudiera ofrecer el sacramento de la penitencia, pero que el Beato Solanus, a pesar de su sabiduría y conocimiento, no tuviese la facultad para escuchar confesiones", dijo el Obispo McClory. "Pero convirtió este sitio en un lugar que atendiera las necesidades espirituales y físicas de la gente. Ese es el legado de Solanus Casey: guiar a la gente a los sacramentos, a las confesiones, porque sabía que las personas que acudían a él necesitaban no solamente alimento físico sino también alimento espiritual”.
El Obispo McClory destacó cómo el Beato Solanus nunca pedía a quienes acudían en busca de consejo que hicieran cosas extraordinarias que requirieran "una fuerza sobre natural", sino que ofrecieran a Dios lo que pudieran con verdadera humildad.
“El Papa Francisco nos llama a ser testigos de la misericordia, pero no debemos pensar en ello como un gran esfuerzo o una interacción sobrehumana”, explicó el Obispo McClory. "El Señor nos muestra un camino sencillo, hecho de pequeñas acciones que tienen un gran valor ante Sus ojos".
La celebración (la séptima desde que el Beato Solanus fue beatificado en 2017) permitió a los peregrinos reflexionar sobre las enseñanzas de su vida, como el hecho de que fue eximido del seminario en Milwaukee debido a sus malas calificaciones o que fue ordenado sacerdote simplex, sin poder predicar ni confesar. El Beato Solanus mostró una verdadera mansedumbre, que el Obispo McClory describió como “fortaleza serena”.
El Beato Solanus fue un ejemplo de las obras de misericordia corporales y espirituales, siendo la más destacada "soportar las injusticias con paciencia", una lección especialmente relevante en tiempos donde la comunicación instantánea y la cultura de la indignación dominan, dijo el Obispo McClory.
“Muchas veces enfrentamos la decisión de cómo reaccionar ante una ofensa, algo que realmente nos molesta”, comentó el Obispo McClory. “Puedes optar por dejar que eso te consuma, o puedes decir, ‘Señor, necesito paciencia ahora’. Es en esos momentos cuando podemos acudir a Dios y, como diría el Beato Solanus, ‘dar gracias a Dios por adelantado’, como él lo hacía antes de cada comida. Agradecía a Dios incluso por lo que le estaba molestando.”
“Gracias a su mansedumbre y su paciencia para soportar los males y los contratiempos, el Beato Solanus encontró el rostro de Dios en los pobres y afligidos que conoció mientras trabajaba como portero en el monasterio, un puesto que a la mayoría de los sacerdotes no les parecería importante, pero que el Beato Solanus asumió con humildad”, explicó el Obispo McClory.
"El Beato Solanus nos enseñó que las obras de misericordia espirituales y corporales no están separadas; todo está integrado”, dijo el Obispo McClory. “Las personas vienen aquí para alimentarse, ser cuidadas, ser amadas, para tener una segunda oportunidad de ver satisfechas sus necesidades materiales, y esto está en armonía con el llamado a amar el espíritu y el alma de la persona. Solanus nos mostró que, al atender las necesidades materiales, también atendemos las necesidades espirituales".
Antes de que la congregación comenzara a peregrinar por las calles, acompañada por percusionistas de la St. Thomas Syro-Malabar Catholic Churchde en Southfield y otros que llevaban pancartas dedicadas al Beato Solanus y a otros hombres y mujeres santos, el Obispo McClory planteó un simple desafío: encontrar una manera simple de imitar al Beato Solanus Casey en la vida cotidiana.
"Hoy es una oportunidad para decir: ' No importa en qué situación me encuentre, voy a dar gracias a Dios por adelantado'", dijo el Obispo McClory. "Voy a darle gracias ahora por la respuesta a mi oración, aunque no sepa cuál será. Voy a decir: 'Bendito sea Dios en todos sus designios'".