Como establece el derecho canónico, el 21 de octubre el arzobispo de Detroit presentará su renuncia al Papa, pero seguirá centrado en su misión
DETROIT - Cuando se narre la historia de la Arquidiócesis de Detroit, el capítulo sobre la época en la que el Arzobispo Allen H. Vigneron ejerció como líder principal, llevará por título “Difundir el Evangelio".
Más que una Carta Pastoral, el documento que el arzobispo escribió en 2017 se ha convertido en una especie de mapa para la transformación misionera, una respuesta generacional a la urgencia de evangelización en un mundo moderno necesitado de la esperanza prometida por la resurrección de Cristo.
Aquel capítulo comenzó en 2009, cuando el Papa Benedicto XVI llamó al nativo de Detroit para que regresara a su casa desde Oakland, California, para dirigir el rebaño de su ciudad natal; el final de su mandato dependerá del Espíritu Santo.
El 21 de octubre el Arzobispo Vigneron cumplirá 75 años, edad en la que, según el Derecho Canónico, los obispos de la Iglesia Católica deben presentar su renuncia al Papa.
Sin embargo, esto no significa necesariamente que el Arzobispo Vigneron se vaya a retirar; el momento en que esto suceda depende únicamente del Papa Francisco y de la Providencia Divina.
"A partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia determinó que todos los miembros de la jerarquía deben presentar su renuncia a los 75 años", explicó el Arzobispo Vigneron en una entrevista antes de su cumpleaños. "Los padres conciliares lo consideraron prudente para la vida de la Iglesia en el siglo XX y de cara al futuro. Así que, al cumplir 75 años, presento mi renuncia al Santo Padre para que decida qué es lo mejor para mí y para la vida de la diócesis".
En la actualidad, hay otros 13 obispos de 75 años o más que siguen sirviendo activamente en diócesis estadounidenses, por lo que se desconoce cuándo aceptará el Papa la renuncia del Arzobispo Vigneron. En algunos casos, se ha tardado meses o incluso años.
Mientras tanto, el arzobispo de Detroit afirma que está contento de seguir con la tarea que Dios le ha encomendado de guiar espiritualmente a los fieles del sureste de Michigan.
Si bien la llegada de su cumpleaños le permitió reflexionar sobre su ministerio, el Arzobispo Vigneron dijo que su atención sigue centrada en cumplir la función que el Señor le ha confiado.
"Quiero vivir en el presente, y todavía no me he retirado", dijo el Arzobispo Vigneron. "He estado reflexionando sobre mi ministerio, y en cómo utilizar el tiempo que me queda para seguir promoviendo el mensaje que el Espíritu Santo nos dio durante el Sínodo 16: que estamos llamados a ser una Iglesia misionera".
Mientras la Iglesia en la Arquidiócesis de Detroit agradece al arzobispo - se invita a los lectores a realizar una donación en su honor y a enviar sus propias palabras de agradecimiento - Detroit Catholic se sentó con él para reflexionar sobre lo que su ministerio ha hecho por la Iglesia local, y el camino que queda por recorrer.
Un administrador de los dones espirituales del sínodo
Sin lugar a dudas, uno de los logros más destacados del Arzobispo Vigneron como arzobispo de Detroit ha sido el Sínodo 16 y "Difundir el Evangelio" como el punto de partida de un movimiento que ha impulsado la transformación de la Iglesia local.
El propio Arzobispo Vigneron, una persona reflexiva y contemplativa, explica el origen de la carta.
"Realmente no me considero el autor fundamental de esa carta. Para mí siempre fue un registro de las gracias y bendiciones del sínodo", dijo el Arzobispo Vigneron. "De esta manera, creo que el sínodo escribió esa carta. Yo sólo expresé con palabras lo que estaba en su mente y corazón".
“Los tres días comprendidos entre el 18 y el 20 de noviembre de 2016 no solo cambiaron la visión de la Iglesia local sobre la evangelización, sino que fueron un verdadero momento de gracia e inspiración divina para la Arquidiócesis de Detroit”, dijo el arzobispo.
"Agradezco y alabo a Dios por la respuesta (al Sínodo 16)", señaló el Arzobispo Vigneron. "Ha sido recibido como un regalo, pero no es mi regalo. Fue obra del Espíritu Santo, y creo que la gente lo entiende".
"La transformación de la Arquidiócesis de Detroit en una Iglesia plenamente centrada en su misión no estaba planeada de antemano, pero después de seis años los frutos del sínodo se siguen cosechando, y eso es una señal clara de que algo ha salido bien", dijo el arzobispo.
"Creo que hemos asumido el compromiso pleno y seguramente irreversible de ser una Iglesia misionera. Esto determina la forma en que la arquidiócesis se ve a sí misma y en la manera en que se expresan sus metas y aspiraciones", dijo el arzobispo. "Siempre existe la posibilidad de retroceder y priorizar el cuidado de las necesidades internas de la Iglesia sobre la misión, pero creo que la Iglesia ha avanzado lo suficiente en esta dirección como para dar marcha atrás ahora".
El arzobispo no pensó de inmediato en convocar un sínodo cuando regresó a Detroit desde la Diócesis de Oakland, California, en 2009. Sin embargo, cuando regresó a su casa se encontró con una Iglesia y una ciudad llenas de desafíos -incluida la peor recesión financiera en un siglo- y se dio cuenta de que algo tenía que cambiar.
"No decidí inmediatamente sobre el sínodo, pero sabía que necesitábamos centrarnos en lo que el Papa San Juan Pablo II llamó la nueva evangelización. Eso es lo que cada Iglesia local en el mundo debe perseguir", dijo el Arzobispo Vigneron.
"Para mí, un documento muy importante en el comienzo de este nuevo milenio fue la Novo Millennio Ineunte de San Juan Pablo II, una llamada a todos nosotros. Y ha sido confirmado por el Papa Francisco mediante su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Así que no es sólo la idea de un hombre", continuó el arzobispo. "Volví con la convicción de que debía liderar una conversión misionera en la arquidiócesis y enfrentar los desafíos actuales de una manera coherente con esta enseñanza".
Uno de los desafíos principales era una recesión que llevó a la ciudad de Detroit a su período económico más oscuro de los últimos tiempos, con una tasa de desempleo superior al 17%, personas sin hogar y un descenso masivo de la población en la ciudad.
Algunas de las primeras iniciativas del Arzobispo Vigneron se centraron en fortalecer las finanzas de la Iglesia, reestructurar las parroquias y la Cancillería arquidiocesana y emprender una campaña de recaudación de fondos, Changing Lives Together, para ayudar a las iglesias a saldar sus deudas y realizar las mejoras necesarias. La campaña también contribuyó a reforzar la presencia católica en la ciudad de Detroit y brindar ayuda para las escuelas católicas.
"Ese tipo de proyectos no son el punto fuerte de un antiguo profesor de filosofía", admitió el Arzobispo Vigneron.
"Me siento más cómodo cuando tengo que lidiar con asuntos teóricos, es la faceta de mi vida que más me gusta. Pero siendo padre de familia, cuando algo en la casa se rompe, es necesario arreglarlo", dijo. "No era un desafío que yo hubiera querido tener, pero fue el que se me presentó".
El Arzobispo Vigneron reconoce el mérito de la personas a las que se refiere cariñosamente como sus "colaboradores en la misión" -católicos laicos y clérigos a los que ha recurrido en busca de consejo, asesoramiento y sabiduría- que le han ayudado a delinear el plan para servir al pueblo de Dios en el sureste de Michigan.
Conocedor de la historia, el Arzobispo Vigneron afirmó que la participación de los laicos en el liderazgo de la Iglesia y en la toma de decisiones fue un resultado clave del anterior sínodo arquidiocesano de 1969, que tuvo lugar poco después del Concilio Vaticano II.
"No creo que nuestro Sínodo 16 hubiera sido posible sin el Sínodo 69, dirigido por el Cardenal (John F.) Dearden, que supuso el comienzo de una mayor participación y liderazgo de los laicos en la arquidiócesis", dijo el Arzobispo Vigneron. "Desde finales de la década de 1960 hasta el nuevo milenio, se estableció una tradición en la arquidiócesis que promovió un ambiente propicio para el trabajo compartido entre el clero, los religiosos y los laicos en la misión de la Iglesia".
"Esas personas – consejeros, miembros del personal parroquial, voluntarios, personal que trabaja en la curia y personas que desempeñan innumerables funciones- han constituido la columna vertebral de los esfuerzos de la Iglesia por redescubrir y renovar la vitalidad del Evangelio en el sureste de Michigan", señaló el arzobispo.
"Estoy muy agradecido por su generosidad, y pude disfrutar la satisfacción que sienten las personas talentosas al poder utilizar sus talentos para la gloria de Dios", dijo el Arzobispo Vigneron. "Doy alabanzas y gracias a Dios por los dones que Dios les ha regalado, y porque han puesto esos dones a disposición de la Iglesia".
Un obispo de Detroit para una Iglesia de Detroit
Pocos obispos podrían haber comprendido tan bien los desafíos de la Arquidiócesis de Detroit como alguien nacido en esta Iglesia local.
El Arzobispo Vigneron sabe que es poco común que un obispo sea solicitado para liderar su diócesis de origen. Es por eso que se sorprendió cuando recibió la llamada telefónica del nuncio papal el 5 de enero de 2009, después de haber servido durante 6 años como obispo en Oakland, California.
Sin embargo, una persona muy importante en su vida no se sorprendió por la noticia.
"Mi mamá me dijo: 'Ah, ya sabía que esto iba a pasar'", recuerda el Arzobispo Vigneron. "Le dije a la Virgen que tenía que ser así, y Ella nunca me ha defraudado".
Durante sus 14 años como arzobispo, la Virgen tampoco ha defraudado al hijo de Bernadine y Elwin Vigneron. Como obispo en íntima sintonía con el alma de los habitantes de Detroit, ha liderado la Iglesia local con oración y cuidado pastoral, y la arquidiócesis ha experimentado una serie de cambios a lo largo de varias décadas.
"A veces nos describen como 'duros', pero creo que ese no es el término correcto", dijo el Arzobispo Vigneron. "Prefiero describir a las personas de aquí como resilientes. Y creo que esto también se aplica a la fe de la gente del sureste de Michigan. Hemos atravesado tiempos difíciles. Algunos dicen que estamos saliendo de ellos; no sé si esto sea verdad. Sin embargo, hemos sido perseverantes".
Para una ciudad que llegó a tener más de dos millones de habitantes, el ascenso y caída de Detroit -y su posterior resurgimiento de las cenizas- se encuentran bien documentados, y en cierto modo reflejan la propia historia de la Iglesia aquí.
A medida que la arquidiócesis comenzó a tener una idea más clara del camino que debía seguir, la idea de convocar a la Iglesia local para un sínodo no sólo parecía una buena idea basada en la historia de la Iglesia, sino que era algo específico y único para Detroit.
"Es una situación muy distinta a la de la Iglesia del Cardenal Mooney en las décadas del 40 y 50. La gente sabe que algo debe cambiar", dijo el Arzobispo Vigneron. "Los sacerdotes y la gente de aquí se preocupan por la Iglesia, y quieren que la Iglesia lleve a cabo la obra de Cristo. Creo que encontrar un camino que se ajuste al pensamiento del siglo XXI es algo muy atractivo para la gente. No quieren seguir aplicando soluciones de ayer a los problemas de hoy".
Pero antes, la Iglesia tenía que rezar y, algo que quizás fuera igual de importante, sanar.
En 2014, el Arzobispo Vigneron convocó a un Año de Oración por un Nuevo Pentecostés en la arquidiócesis, seguido de un año de debates y sesiones de escucha a nivel parroquial. En 2016, el Arzobispo Vigneron presidió una Misa por el Perdón para toda la comunidad, una liturgia muy emotiva en la que los cinco obispos de Detroit se postraron ante el altar de la Cathedral of the Most Blessed Sacrament, implorando perdón a Dios por los pecados institucionales de la Iglesia, y las formas en que los individuos y las comunidades se habían equivocado.
"El Evangelio de San Marcos comienza con estas dos ideas: 'Arrepiéntanse y crean en el Evangelio'", dijo el Arzobispo Vigneron, haciendo referencia a las palabras de San Juan Bautista. "No se puede difundir la Buena Nueva si antes no hay arrepentimiento. Si intentas evangelizar sin arrepentirte, no lograrás tener éxito".
"El sínodo finalmente empezó en noviembre de 2016, tras varios de años de preparación. Sin embargo, fue sólo el comienzo de la obra del Espíritu Santo para transformar la Iglesia de Detroit en algo más grande", recordó el Arzobispo Vigneron.
"A lo largo de la historia de la Iglesia, los sínodos han demostrado ser un medio eficaz para reunir a toda la comunidad y para que el Espíritu Santo derrame sus dones sobre diversas personas, quienes pueden contribuir al resultado", dijo el Arzobispo Vigneron. "Es por eso que el sínodo era el medio necesario, y esto quedó demostrado porque involucró a toda la Iglesia de Detroit, desde el liderazgo hasta los miembros laicos".
El sínodo en Detroit se destacó por ser innovador y estar a la vanguardia en varios aspectos. Mientras la Iglesia mundial se preparaba para su propio proceso sinodal, un proceso actualmente en curso con el Sínodo de la Sinodalidad en Roma, el buen trabajo que ya se estaba realizando en la Motor City no pasó desapercibido para la Santa Sede.
El Cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo de la Sinodalidad, elogió el Sínodo de Detroit como modelo para la Iglesia universal.
"Me parece que el Sínodo 16 está en completa armonía con la visión sinodal que el Papa Francisco está promoviendo para toda la Iglesia", escribió el cardenal Grech en una carta al Arzobispo Vigneron en febrero de 2022. "Por esta razón, le escribo para pedirle que rece mientras, con la ayuda de Dios, conduzco a la Iglesia a través del proceso sinodal del Sínodo 2021-2023".
Una vez terminado el sínodo de Detroit, Dios continuó derramando sus bendiciones sobre la ciudad, comenzando con la histórica beatificación de Blessed Solanus Casey en 2017, fraile capuchino conocido por su total confianza en Dios, que tuvo lugar en el estadio cubierto Ford Field.
El Arzobispo Vigneron dice que se siente feliz al ver que, con el paso de los años, el resto del país también ha llegado a conocer al santo de Detroit.
"Me encanta hablar del Padre Solanus con los demás; siempre digo que es como nuestro Padre Pío local. Significa mucho para nosotros", dijo el Arzobispo Vigneron. "A diferencia de un recurso limitado que se agota cuanto más se comparte, el amor que (los habitantes de Detroit) sienten por el Padre Solanus parece inagotable".
También ha sido un gran honor que el Papa designara basílicas menores a dos iglesias del área de Detroit: la National Shrine of the Little Flower Basilica en Royal Oak en 2015 y la Basilica of Ste. Anne, la parroquia fundadora de Detroit, en 2020.
Si bien es un gran motivo de orgullo para la arquidiócesis y ambas parroquias, el arzobispo se apresura a subrayar que ambas designaciones son "algo más que honores" para la Iglesia local. "Como todo, se trata de evangelizar", afirma.
"Creo que los líderes de ambas basílicas son conscientes de esto: se trata de una nueva misión, un enfoque específico", dijo el Arzobispo Vigneron. "En ambas iglesias, hay una necesidad de llevar a cabo una labor de evangelización con un enfoque y una actitud particulares".
"La parroquia de Ste. Anne se inició al día siguiente de la fundación de la ciudad de Detroit", continuó. "Eso significa algo. La presencia de esta basílica nos recuerda a todos que la Iglesia Católica estuvo aquí desde el principio, y no nos vamos a ir. Nuestra misión es servir a esta comunidad a lo largo del tiempo".
Un padre espiritual, un hermano espiritual
Cuando el Papa Francisco acepte el retiro del Arzobispo Vigneron, habrá aspectos de su trabajo que no echará de menos, como por ejemplo toda la correspondencia y el papeleo. Sin embargo, hay muchas más facetas de ser arzobispo que siempre le han traído alegría.
Uno de ellos es el seminario de verano que celebra cada año con los seminaristas del Sacred Heart Major Seminary en la Manresa Jesuit Retreat House, en Bloomfield Hills.
"Es una oportunidad para mí de reflexionar junto con los seminaristas. Leemos algunos textos juntos, yo hago comentarios, ellos hacen comentarios, y eso es algo que disfruto mucho", señaló el Arzobispo Vigneron.
A lo largo de los años, el arzobispo se ha referido a sí mismo como un "coach" espiritual, un rol que siempre ha significado mucho para él.
"Creo que ser un padre espiritual forma parte de la vida de todo sacerdote", explicó el arzobispo. "Un padre es siempre una especie de entrenador para sus hijos e hijas. Para mí, es una oportunidad para enseñar lo que implica ser sacerdote".
“Es como una paradoja, porque cuando uno se dedica a enseñar a otros y comparte su sabiduría o experiencia, el propio conocimiento se consolida y fortalece”, continuó el Arzobispo Vigneron. "Siempre quise ser sacerdote, y al ayudar a otros hombres en el camino hacia el sacerdocio, puedo conectarme y valorar más plenamente mi propia vocación".
Esa relación se extiende también a los sacerdotes y diáconos de la Arquidiócesis de Detroit, con quienes el arzobispo comparte un vínculo único no sólo como padre espiritual, sino también como hermano espiritual, al ser él mismo un sacerdote de Detroit.
"Creo que cualquier obispo tiene una relación fraterna con su presbiterio, pero en mi caso esta relación es aún más significativa y natural debido a nuestra experiencia compartida, a una vida en común con los demás sacerdotes", dijo el Arzobispo Vigneron. "Ayudar a mis hermanos sacerdotes a prosperar en su labor pastoral, es una forma de enriquecer mi propia vocación sacerdotal".
Aparte de la afinidad natural que siente por la Virgen y San José, así como por los patronos de Detroit, Blessed Solanus y Santa Ana, el Arzobispo Vigneron dijo que San Felipe Neri ha sido su ejemplo e intercesor para su propio sacerdocio, y que lo que más admira de este santo italiano son su santidad y su sentido del humor irónico.
"San Felipe era conocido por su buen humor, sencillez y franqueza", dijo el Arzobispo Vigneron. "Es un patrón especial para mí porque yo soy tan diferente. Aporta equilibrio a mi vida y me recuerda que no debo preocuparme demasiado por las cosas y disfrutar de los aspectos humanos de la vida".
"Hay una anécdota que me encanta", continuó. "San Felipe tenía como penitente a un sacerdote que trabajaba en la Curia Romana, que con el tiempo llegó a ser cardenal y más tarde fue elegido Papa. Cuando San Felipe acudió a una audiencia con su hijo espiritual, que ahora era el Papa, se acercó al nuevo Papa, le quitó el zucchetto, se lo puso en su propia cabeza, le dio un golpecito en la mejilla y le dijo: ‘Bueno, aún no eres tan importante'".
"Yo nunca haría algo así", se rió el Arzobispo Vigneron, "pero San Felipe me recuerda la importancia del aspecto humano en la santidad".
El sentido de humanidad y humildad del arzobispo ha sido una característica valiosa a largo de los años, especialmente en momentos difíciles. Esto le ha permitido establecer conexiones auténticas con la gente de la Arquidiócesis de Detroit.
Esta conexión quedó plasmada durante la primera Misa "virtual" del arzobispo el 15 de marzo de 2020, durante los primeros días de la pandemia. Transmitida en directo desde una Cathedral of the Most Blessed Sacrament vacía, la cámara reveló a un padre espiritual que sufría por su pueblo.
Con voz entrecortada y lágrimas en los ojos, el arzobispo se comprometió a acompañar a los enfermos del virus con su oración y a poner a la Arquidiócesis de Detroit bajo la confianza y el cuidado de Nuestra Señora de Lourdes, conocida como protectora espiritual de los enfermos.
Durante la misma Misa, se comprometió a construir una gruta en honor a Nuestra Señora de Lourdes
"un gesto duradero de gratitud hacia la protección de la Virgen María" - una promesa que el arzobispo cumplió recientemente con la bendición de una nueva gruta al aire libre en la catedral el 3 de octubre.
Seguir adelante con la misión
La pandemia del COVID-19 ha presentado nuevos desafíos para la arquidiócesis, entre ellos un presbiterio envejecido y cada vez más reducido y una disminución en la asistencia semanal a la Misa. Sin embargo, el arzobispo se ha mantenido firme en su postura de que el Evangelio debe seguir estando en el centro de toda iniciativa y de toda solución propuesta.
"La respuesta de la Iglesia local a la crisis, que incluye el anuncio de una nueva forma de organización para las parroquias, denominada Families of Parishes, tiene su origen en la llamada que la Iglesia de Detroit recibió durante el Sínodo 16", insiste.
"Rezamos mucho, hicimos algunas consultas, y este es el camino que hemos elegido seguir", dijo el Arzobispo Vigneron. "¿Por qué actuar? Porque si no tomáramos este camino, aún tendríamos que afrontar esos otros desafíos (como la escasez de sacerdotes). Es mejor optar por una solución a largo plazo que limitarse a poner parches. Si creo en el sínodo, tengo que hacer lo que sea mejor para la misión a largo plazo, en lugar de limitarme a emparchar una situación".
El arzobispo admite que no ha sido un camino fácil. ¿Por qué no dejarle los problemas al próximo arzobispo?
"Bueno, entonces eso significaría que estoy satisfecho con la situación actual y que no estoy dispuesto a realizar cambios significativos, ¿no?" dijo el Arzobispo Vigneron. "Y no habría sido evangelizado, y no habría experimentado una conversión personal, y no podría pedirles a los sacerdotes y a la gente de la arquidiócesis que recorran el camino del sínodo si yo no puedo hacerlo".
Después de tres largos años de reuniones por Zoom, distanciamiento social e incertidumbre, el Arzobispo Vigneron dijo que la Asamblea de Renovación Misionera celebrada recientemente en junio - una reunión que duró tres días y reunió a sacerdotes, diáconos y líderes parroquiales de toda la Arquidiócesis de Detroit - fue una inyección espiritual para la Iglesia local, similar a otra reunión de tres días en la que el Espíritu Santo habló poderosamente al pueblo de Dios y a través de él.
"La Asamblea tenía la intención de ser una especie de renovación del sínodo, y me recordó que podemos repetir este tipo de eventos en el futuro. Podemos volver a hacerlo una y otra vez", dijo el Arzobispo Vigneron.
"La renovación de la teología en el siglo XX se produjo gracias a que se volvió a las fuentes", prosiguió el arzobispo, un gran conocedor de la historia de la Iglesia. "El sínodo es una fuente viva de vitalidad, y sólo tenemos que seguir aprovechándola. Cuando hablamos del sínodo, en realidad nos referimos al Espíritu Santo, y la acción del Espíritu Santo es esta corriente continua de renovación".
A punto de cumplir 75 años, el Arzobispo Vigneron sigue avanzando con determinación en su misión relacionada con el sínodo, en cierto modo animado personalmente por la vitalidad de un Reino de Dios en constante avance. Cuando se le pregunta si cree que aún quedan "asuntos pendientes", no tiene dudas.
En primer lugar, le gustaría seguir trabajando en un plan para revitalizar las escuelas católicas de la Arquidiócesis de Detroit. En segundo lugar, teniendo en cuenta el crecimiento de las facultades de medicina en el sureste de Michigan, le gustaría ofrecer más oportunidades de formación espiritual e intelectual a los estudiantes de medicina, médicos y enfermeras de la zona.
"Creo que todavía queda mucho por hacer", afirmó.
En última instancia, independientemente de cuánto tiempo siga siendo arzobispo de Detroit, el Arzobispo Vigneron seguirá manteniendo sus ojos fijos en la misión del sínodo: Jesús.
Y su reflexión, a estas alturas, es muy sencilla.
"Estoy muy agradecido por todo lo bueno, por todas las gracias que Dios me ha dado a través de las personas que han formado parte de mi vida", dijo. "Y con eso me basta”.