¿Por qué el mes de mayo está dedicado a la Virgen María?

Foto de Angélica Zuluaga (cortesía de Cathopic)

Todo comenzó con una bella devoción conocida como “Los treinta días a María”, que en el siglo XVII se celebraba entre agosto y septiembre.

Durante siglos, la Iglesia Católica ha dedicado todo el mes de mayo para honrar a la Virgen María, la Madre de Dios y Madre nuestra.

Esta bella tradición surgió de una devoción católica del siglo XVII conocida como “Los treinta días a María”, que entonces se celebraba, no en mayo, sino del 15 de agosto al 15 de septiembre.

Para el siglo XIX, “Los treinta días a María” ya se celebraban en mayo, pues es un mes al que se le relaciona con la fertilidad y con el hecho de que las flores lucen todo su esplendor. Incluso, se contaba con devociones especiales en honor a la Virgen María, organizadas para cada día del mes.

Foto de Dante Di Natale (cortesía de Cathopic)
Foto de Dante Di Natale (cortesía de Cathopic)

Actualmente, las formas en que María es venerada y honrada durante mayo son tan variadas como las personas que lo hacen. Por ejemplo, es común que las parroquias tengan el rezo diario del Santo Rosario y muchas colocan bellos altares con una imagen de nuestra Madre del Cielo.

Además, está la tradición de coronar a la Virgen, costumbre conocida como “Coronación de mayo”. Por lo regular, estas coronas están hechas de hermosas flores que representan la belleza y las virtudes de María, y también es un recordatorio a los fieles para esforzarse en imitarlas. Esta coronación es, en algunas regiones, una gran celebración.

Sin embargo, estas actividades no sólo son para realizarse en los templos; también las podemos hacer en nuestros hogares para que, como familia, podamos participar de este bello homenaje a nuestra Madre.

Aprovechemos el mes de mayo para darle un lugar especial a María con esta antigua tradición en la Iglesia. Démosle gracias por ser nuestra Madre, la Madre de todo el mundo, y porque se preocupa por todos nosotros, intercediendo incluso en los asuntos más pequeños de nuestra vida.

Este artículo fue publicado originalmente en Desde la Fe



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