Beatificación de Carlo Acutis: Estos son los 2 elementos que hacen especial al nuevo beato

El Cardenal Vallini saluda a la madre de Carlo Acutis, Antonia Salzano. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

¿Qué tenía de especial el Beato Carlo Acutis? Esa es la pregunta que planteó el Cardenal Agostino Vallini, Legado Pontificio para las basílicas de San Francisco y Santa María de los Ángeles, en la ceremonia de beatificación del joven italiano, este sábado 10 de octubre, que falleció de leucemia en 2006 cuando tenía 15 años.

La respuesta la dio el mismo Cardenal en su homilía: “Oración y misión, estos son los dos rasgos distintivos de la fe heroica del beato Carlo Acutis, que en el transcurso de su vida breve lo llevó a encomendarse al Señor, en todas las circunstancias, especialmente en los momentos más difíciles”.

En su homilía, el Cardenal subrayó que “hoy nos sentimos especialmente admirados y atraídos por la vida y el testimonio de Carlo Acutis, a quien la Iglesia reconoce como modelo y ejemplo de vida cristiana, proponiéndolo sobre todo a los jóvenes”.

Carlo Acutis “era un joven normal, sencillo, espontáneo, simpático (basta mirar su fotografía), amaba la naturaleza y los animales, jugaba fútbol, tenía muchos amigos de su edad, se sintió atraído por los medios modernos de comunicación social, apasionado por la informática y autodidacta construyó programas para transmitir el Evangelio, comunicar valores y belleza. Tenía el don de atraer y fue percibido como un ejemplo”.

Desde pequeño, Carlo Acutis “sintió la necesidad de la fe y tenía su mirada dirigida hacia Jesús. El amor a la Eucaristía fundó y mantuvo viva su relación con Dios. A menudo decía ‘La Eucaristía es mi autopista al cielo’”.

Destacó que “participaba cada día en la Santa Misa y permanecía durante mucho tiempo en adoración ante el Santísimo Sacramento. Carlo decía: ‘Se va directo al cielo si te acercas todos los días a la Eucaristía’”.

“Jesús era para él Amigo, Maestro, Salvador, era la fuerza de su vida y el objetivo de todo lo que hacía. Estaba convencido que para amar a las personas y hacer su bien, es necesario sacar energía del Señor. En este espíritu era muy devoto a la Virgen. Rezaba cada día el Rosario, se consagró varias veces a María para renovar su afecto por ella e implorar su protección”.

Con este espíritu Carlo “vivió la enfermedad que enfrentó con serenidad y lo condujo a la muerte. Carlo se abandonó entre los brazos de la Providencia y bajo la mirada materna de María repetía: ‘Quiero ofrecer todos mis sufrimientos al Señor por el Papa y la Iglesia. No quiero ir al purgatorio, quiero ir directo al Cielo’”.

El nuevo Beato “representa un modelo de fuerza, ajeno a cualquier compromiso, consciente de que para permanecer en el amor de Jesús es necesario vivir concretamente el Evangelio, incluso a costa de ir contracorriente”.

“Su ardiente deseo era también el de atraer al mayor número de personas a Jesús, haciéndose anunciador del Evangelio sobre todo con el ejemplo de vida. Fue precisamente el testimonio de su fe lo que le llevó a emprender con éxito una obra de asidua evangelización en los ambientes que frecuentaba”.

Para comunicar esta necesidad espiritual “utilizó todos los medios, incluidos los modernos medios de comunicación social, que sabía utilizar muy bien, en particular Internet, que consideró un regalo de Dios y una herramienta importante para encontrar a las personas y difundir los valores cristianos”.

En esta perspectiva positiva, “animó a utilizar los medios de comunicación como medios al servicio del Evangelio, para alcanzar el mayor número posible de personas y hacerles conocer la belleza de la amistad con el Señor”.

Para ello “se comprometió a organizar la exposición de los principales milagros eucarísticos ocurridos en el mundo”.

Carlo también mostró “una gran caridad con el prójimo. Sobre todo, hacia los pobres, los ancianos, las personas solas y abandonadas, sin techo, los discapacitados y las personas marginadas”.

“Carlo fue siempre acogedor con los necesitados y cuando iba a la escuela los encontraba en la calle y se detenía a hablar, escuchaba sus problemas y, en la medida de lo posible, los ayudaba”.

En resumen, la vida de Carlo fue “una vida luminosa, por tanto, totalmente entregada a los demás, como el Pan Eucarístico”.

“Su vida es un modelo particularmente para los jóvenes, para no encontrar justificaciones no solo en los éxitos efímeros, sino en los valores perennes que Jesús sugiere en el Evangelio, es decir, para poner a Dios en primer lugar en las grandes y pequeñas circunstancias de la vida, y para servir a los hermanos especialmente los últimos”.

Carlo, finalizó su homilía el Cardenal Vallini, “testificó que la fe no nos aleja de la vida, sino que nos sumerge profundamente en ella, indicándonos el camino concreto para vivir la alegría del Evangelio. Depende de nosotros seguirlo, atraídos por la fascinante experiencia de Carlo para que nuestra vida pueda brillar de luz y esperanza”.

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