Cuando las primeras comuniones tuvieron que cambiar

Foto cortesía de Cathopic

El COVID-19 ha traído cambios radicales por doquier, y esto también ya se vivió en la parroquia Most Holy Redeemer, en la Arquidiócesis de Detroit.

Durante septiembre y octubre, Detroit Catholic está pidiendo a los lectores que consideren en oración un donativo para el Llamado de Servicios Católicos, el cual financia más de 170 ministerios vitales para la Iglesia en el sureste de Michigan, incluida esta publicación. Visita www.givecsa.org/es para apoyar la misión haciendo una donación hoy. Agradecemos tu generosidad y oraciones.

DETROIT- Marcela Solís, originaria de la Ciudad de México pero radicada en el suroeste de Detroit, es catequista y directora de Educación Religiosa en Holy Redeemer. Marcela cuenta a Detroit Catholic en español cuáles fueron los primeros efectos de la llegada de la pandemia, “Fue algo que nos llegó por sorpresa. Las personas estaban muy espantadas, y cuando les dijimos que íbamos a tener que cerrar el catecismo, todos nos dijeron que sí”.

Un nutrido grupo de niños estaban terminando su preparación para recibir los sacramentos de la confirmación o la comunión; “pero cuando la gente vio que ni siquiera se podrían realizar los actos litúrgicos de Semana Santa, y se dio cuenta de que afuera estaba muy mal la situación, hubo coincidencia en que lo mejor era permanecer encerrados”. 

Sin embargo, los ministros de Dios dieron ejemplo de heroicidad. “Nuestro párroco calculó que se podría abrir de nuevo el templo casi a finales de mayo”, cuenta Marcela. Sin embargo, los sacerdotes de Most Holy Redeemer  siguieron dando el sacramento de la confesión, aunque hubiera muy poca gente. “Sí tiene que ver que los párrocos quieran y puedan arriesgarse por amor a los demás. 

Así, el párroco, el padre Dennis Walsch, y el vicario, el padre Anthony Blount, no pararon de impartir la gracia a través del sacramento de la reconciliación. Y actualmente ya pueden hacer mucho más, explica Solís: “Yo admiro a nuestros sacerdotes por el sacrificio de confesar hasta bien tarde, porque hay iglesias que no pueden, y de tener en Holy Redeemer las misas normales, como si no hubiera pasado nada, en los horarios que siempre hemos tenido. 

Sin embargo, en ningún momento la parroquia de Holy Redeemer dejó de obedecer los lineamientos de su Arzobispo. Así, por ejemplo, por un tiempo no hubo la celebración de la eucaristía: “Cuando pasábamos delante del Santísimo y veíamos la iglesia fría y oscura, muchos lloraban por la tristeza de no poder recibir el Cuerpo de Cristo, de no poder ir a la misaFue algo que sacudió a nuestra gente, a nuestra comunidad, especialmente a aquellos para quienes su vida es la Iglesia y sus ministerios, sirviendo a Dios. Fue una larga espera sin el alimento espiritual; pero teníamos fe. 

Foto  cortesía de Cathopic

En medio de toda esta incertidumbre, los padres de familia estaban profundamente interesados en la vida sacramental de sus hijos. “Algunos llamaban por teléfono para preguntar si se iban a hacer los sacramentos o no, o si el tiempo que habían asistido sus niños a la preparación se les iba a tomar en cuenta, porque no habían terminado su formación”. Y muchas mamás le decían a Marcela: “Yo quiero que mi hijo haga su primera comunión porque no sabemos qué va a pasar”. Los papás no querían que sus hijos, “pasaran más tiempo sin recibir a Jesús. Y lo decían con una seriedad muy firme”. 

La pandemia ha llevado a replantearse las cosas importantes. “A veces en las pláticas que manteníamos con ellas a distancia, algunas mamás lloraban porque se sentían tristes. Pero el Señor nos ha hecho recapacitar; y tuvimos que hablar de eso: ¿Qué es lo más importante? Realmente en tu vida, en tu comunidad, en tu familia, ¿Qué es de verdad lo más importante? ¿Qué debiste proteger en este tiempo de pandemia? ¿Y lo habías estado haciendo antes? Fue entonces que muchos se dieron cuenta de que al Señor lo habían tenido muy descuidado, y que era la única alegría que le podían dar a sus hijos, la única esperanza, porque el mundo con las noticias no da esperanza. 

Explica Marcela que hasta la fecha “muchas mamás quieren que sus niños reciban los sacramentos, que no se queden sin ellos, porque comprenden que en el sacramento de la comunión se recibe una fuerza muy grande  

Finalmente las pospuestas Primeras Comuniones, que venían realizándose otros años entre abril y mayo en Holy Redeemer, pudieron llevarse a cabo; pero hubo diferencias respecto a las de años anteriores. 

Antes de la pandemia las primeras comuniones eran muy grandes. Se hacían en dos misas. Eran 160 niños, o hasta 175 el año pasado; las misas estaban llenas de gente, y había procesión. Pero esta vez no se pudo hacer la procesión, sino que, cuando llegaron a registrarse, sentamos a los niños en sus sillas con sus padrinos a esperar la misa, todos separados, con la distancia de 6 pies, que es la que se pide. No se podían acercar entre sí, ni debían darse la paz”. 

Foto cortesía de Cathopic

“Sin embargo, aunque no podían acercarse, sabían que estaban ahí todos en un mismo Espíritu, recibiendo la gran alegría del sacramento. Yo pienso que, no importa lo que esté pasando en la vida, un sacramento no se debe dejar pasar por alto, porque es de donde se saca la fuerza para seguir adelante”. 

Otra de las diferencias respecto de años anteriores es que “las mascarillas ayudaron a no ver la tristeza de la gente. Los niños  estaban diferentes; porque, por ejemplo, los del año pasado estaban muy sonrientes; esta vez se sentía que las personas estaban muy serias y muy calladas, y eso te dice lo que están pasando. Es verdad: no fue igual. Casi no he visto sonrisas.”

“Pero, para gloria de Dios”, continúa Marcela, “en total se hicieron 150 primeras comuniones, mientras que 20 quedaron en espera para un mejor momento. El total de Confirmaciones fue de 140, y quedaron 12 en espera a que pase el COVID-19.”

Ahora bien, las medidas de previsión tienen mucho sentido. Al principio de la contingencia “muchos niños de la comunidad se enfermaron; y sé que también algunos papás”, platica Marcela para Detroit Catholic en español. 

Por eso es importante seguir catequizando sin dejar de lado la prudencia. “Nosotros estamos registrando ahorita, pero algunos papás aún están un poquito renuentes y con miedo de lo que pueda pasar; porque  aquí, en nuestra comunidad, ahorita seguimos viendo mucha gente que se está enfermando  del covid. Pero nosotros vamos a comenzar el catecismo, primero Dios,  la última semana de septiembre en nuestros días normales, que son viernes y sábado. La catequesis sí será presencial. Solo vamos a poner dos grupos on line, para la primera comunión y para la confirmación, para niños que, por enfermedad, no puedan asistir; por ejemplo, ya tenemos inscritos 3 o 4 niños para Confirmación que son asmáticos 

Los otros papás, aunque tengan miedo, me han dicho que quisieran que sus hijos salieran de la casa, que socialicen un poquito en el catecismo, porque están empezando a ver problemas psicológicos en los niños; porque antes convivían con otros niños en la escuela, salían, hacían amistad con otros de su edad, y ahora no. Ahora todo el tiempo están pegados a la computadora. Por eso nos preguntan mucho cómo le vamos a hacer; y espero que, primero Dios, toda la seguridad que se necesita la podamos cubrir. 

La comunidad de Holy Redeemer ha sido muy bendecida, pues cuenta con 60 catequistas; la mayoría pertenece a dicha parroquia, pero algunas catequistas sí vienen de otras; por ejemplo, algunas pertenecen a la casa parroquial de San Esteban, que ahora es Nuestra Señora de Guadalupe; y dos o tres catequistas son miembros de San Gabriel. 

La mayoría de las catequistas son originarias de México, sobre todo de Jalisco; pero también hay puertorriqueñas. 

Marcela Solís se despide diciendo, “Sabemos que esto nos marcó de una manera muy especial, pero esperamos regresar a lo más normal posible, con esperanzas y alegría para seguir adelante. Queremos un buen futuro para nuestra Iglesia y para nuestros hijos. Sabemos que el Señor no nos va a abandonar, que ha estado con nosotros, que siempre está con nosotros; y nuestra Madre Santísima también. Somos un pueblo de fe, y esta es nuestra gran bendición y nuestro gran consuelo. 

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