El cambio nunca cambia

Fotografía cortesía de Cathopic

El cambio es parte estable de nuestras vidas. Lo único que no cambia es Dios.

Cada mañana al despertarme, antes de rezar o comer, chequeo el reporte del tiempo para el día. ¿Va a nevar? ¿Cuántas pulgadas? ¿Va a hacer frío o calor? ¿Será un día soleado o nublado? Los días nublados, especialmente durante el invierno, son los días grises cuando sabemos solo por fe que el sol todavía existe detrás de las nubes, aunque no lo podemos ver.

Mi amigo, Leo, sufre una enfermedad mental por la falta de sol. La gran cantidad de días nublados en el invierno le afectan psicológicamente; se siente deprimido y emocionalmente frágil como resultado de esta condición. A veces le cuesta mucho levantarse de la cama y pasar un día “normal". Le falta energía para ir a su trabajo y cuidar a su familia. Él explica que, en los días más nublados, experimenta una lucha constante para poder cumplir con sus responsabilidades. Me dijo que se siente como si estuviera nadando en una piscina haciendo su máximo esfuerzo para no ahogarse.

Otra amiga, Gabriela, es madre soltera. Enfrentó una situación de cambio recientemente. Ella perdió su trabajo después de cinco años trabajando en la misma empresa. Gaby siempre había tenido evaluaciones positivas y sus gerentes le decían a menudo que estaban muy satisfechos con su trabajo. Ella fue víctima de un “downsizing” en la empresa. Al mismo tiempo de perder su trabajo, recibió la notificación de que el dueño de su apartamento de dos habitaciones le iba a subir su renta mensual en $150. Tenía dos meses para decidir si iba a quedarse en el mismo apartamento o buscar un apartamento más económico. Si se mudaba, había la posibilidad de tener que cambiar el colegio de sus dos hijos.

Más que todo, Gabriela sintió miedo y ansiedad. Tenía dinero suficiente para que su familia sobreviviera apenas tres meses. Los cambios que enfrentaba le parecían casi insuperables, especialmente en las noches cuando estaba acostado en su cama sin poder dormir.

El cambio es inevitable

El tiempo cambia de día en día. A veces cambia de hora en hora. Nuestras situaciones de trabajo o familiares pueden cambiar de un día para otro… Al igual que el tiempo. Estos cambios son ejemplos de una lección concreta que nuestra experiencia nos demuestra claramente: el cambio es parte inevitable de la vida.

Tarde o temprano, parece que todo cambia. El tiempo cambia. Nuestros trabajos cambian. Nuestros cuerpos también cambian, por ejemplo, en el desarrollo físico que se ve dramáticamente en los niños cuando están creciendo, o en los cambios causados por el proceso de envejecimiento (más arrugas y a veces más peso en la cintura). Las amistades cambian. La muchacha que era mi mejor amiga en la escuela primaria sigue siendo una amiga, pero hoy en día mi mejor amiga es una madre católica que tiene hijos de las mismas edades que mis hijos. El cambio, con toda la inestabilidad que puede causar, es sin embargo una parte estable de la vida.

Podemos preguntar: ¿Hay aspectos de mi vida que no cambian? ¿Dónde está la estabilidad? ¿O, mejor dicho, la estabilidad existe? ¿Cómo podemos descansar, aunque sea por un rato, del ciclo constante del cambio?

Jesús nunca cambia

Una relación con Jesús nos fortalece para enfrentar los cambios. Lo único en nuestras vidas que no cambia es Dios. La Carta a los Hebreos nos dice: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre” (Hebreos 13, 8). Su mensaje no cambia; su presencia no cambia; su amor no cambia; su merced y justicia no cambian. Sin principio o fin, ha estado con nosotros siempre y siempre estará con nosotros. Sin cesar, él desea que nos entreguemos completamente a él.

Una relación con Jesús nos da fortaleza para enfrentar los cambios. Para “manejar” los cambios de la mejor manera posible, hay que buscar y mantener una relación con Jesús. Tener a Jesús como el centro de nuestras vidas es la manera de vivir lo opuesto del cambio. Piénsalo así. Jesús es como el sol, estable y siempre presente. Nuestras vidas van cambiando, pero Dios se mantiene constante y presente.

Esta vida requiere una relación estable, diaria con Jesús. ¿En qué consiste esa relación estable y diaria? Muchos cristianos, incluyendo santos y maestros espirituales de la historia católica, nos enseñan que es necesario pasar tiempo rezando todos los días. Muchos dirán que la mañana, antes de comenzar las actividades del día, es la mejor hora para rezar. Con esta práctica de rezar cada mañana, podemos empezar el día con una fuerte fundación en Dios. Al principio, puedes pasar 15 minutos en oración. Después de tener ese hábito bien firme, vas a querer aumentar el tiempo de oración, no como requisito, ¡sino porque tu corazón desea más tiempo a solas con Jesús! Mientras más tiempo pasamos con Jesús, más tiempo queremos pasar con él.

Hay que compartir lo que Jesús nos da

Como discípulos de Jesús, siempre tenemos la obligación de ver nuestras vidas desde el punto de vista de evangelización. Cuando le invitamos al Señor Jesús a sanarnos de las preocupaciones y miedos que nos causan los cambios en nuestras vidas, vamos a vivir con más paz y más gozo, el gozo que viene solo de nuestro Dios altísimo. Nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo, vecinos… todos van a ver, en nosotros, la paz y el gozo que vienen solo del Señor. Mi amigo Leo... hace un año estaba deprimido y cada día era una lucha para él. Pero ahora le veo mucho mejor, como que sabe más cómo superar su depresión y falta de energía. Mi amiga Gabriela… hace seis meses estaba constantemente preocupada y miedosa. Pero hoy en día la veo con más tranquilidad. Sus problemas siguen, pero ella reacciona de una manera diferente.

Leo y Gabriela tienen la obligación de compartir con sus familiares, sus amigos, etc., como Jesús les ha sanado sus vidas. Dios nos da estos regalos de paz y gozo no para guardarlos como una luz que se mantiene por debajo de un cajón. El Evangelio de Mateo nos enseña: “...no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mateo 5, 15-16). Estamos obligados a decirle a otros lo que Jesús ha hecho para nosotros. ¡Como seguidores de Jesús, tenemos la obligación de evangelizar!

Y hay más. Al compartir con otras personas las maravillas que Dios ha hecho para nosotros, Dios premia nuestros esfuerzos. ¿Y cuál es el premio? ¡Más paz y más gozo!

Es imposible escapar del cambio. También es imposible “escaparnos” de Jesús, una vez que hemos entrado en relación con él. A pesar de los días nublados, sabemos con seguridad que el sol sigue detrás de las nubes. Dentro de cada evento o cada periodo de cambio, Jesús sigue igual, ofreciéndonos amor, amistad, y salvación incambiables.



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