Para Esmeralda y su familia, el ministerio de la música no solo ha sido un medio para cultivar su fe, sino también un pilar de fortaleza en tiempos difíciles
DETROIT - En la Arquidiócesis de Detroit, específicamente en la St. Gabriel Church, una familia experimentó una profunda conversión después de enfrentar un gran dolor. En ocasiones, es a través del sufrimiento que Dios acerca a sus hijos a la verdadera fuente de felicidad que da sentido a la vida. Como dijo el escritor inglés C.S. Lewis, “el dolor es el gran llamador de Dios, es el megáfono para despertar a un mundo adormecido”.
En medio del duelo por la pérdida de un ser querido, Esmeralda Durán y su familia encontraron en la Iglesia un refugio y un soporte para salir adelante. En esos momentos de oscuridad, el ministerio de la música se convirtió en una luz de esperanza, marcando el punto de partida de un renacimiento espiritual.
Rubí Martínez, quien en aquel momento dirigía el coro de niños en la St. Gabriel Church, desempeñó un papel crucial en este camino de sanación y encuentro con Dios. Su invitación para unirse al coro fue el primer paso hacia un descubrimiento real de la fe. Desde entonces, toda la familia Durán ha participado activamente en distintos ministerios y grupos de evangelización, cultivando una relación estrecha con la Iglesia y su comunidad.
En una entrevista con Detroit Catholic en español, Esmeralda, madre de diez hijos, compartió cómo la Motor City se convirtió en el lugar donde verdaderamente descubrieron a Dios. Procedentes de un pequeño pueblo en México donde las oportunidades de participar en la Iglesia eran limitadas, Esmeralda y su marido no estaban muy involucrados en cultivar su fe.
“Contábamos con un solo sacerdote que celebraba Misa cada tanto, en cambio aquí hay tres celebraciones los domingos. Teniendo en cuenta de dónde venimos, uno valora aún más todas las oportunidades que ofrece la Arquidiócesis de Detroit, y en particular nuestra parroquia. Para nosotros fue una bendición”.
Esmeralda se siente agradecida por todos los grupos y ministerios dentro de la arquidiócesis que brindan ayuda y acompañamiento, permitiendo que personas de todas las edades se involucren en la Iglesia y se sientan parte activa de la comunidad.
Durante la entrevista, explicó que sus hijos se vieron muy beneficiados, ya que no solo adquirieron conocimientos musicales sino también profundizaron su fe y forjaron nuevos lazos, llegando a sentir la St. Gabriel Church como su segundo hogar.
“Le doy muchas gracias a Dios por todo lo que nos ha dado, y creo que debemos devolverlo de algún modo. Yo les digo a mis hijos que la fe y todos los conocimientos que hemos recibido, debemos pasárselos a otras familias. Es una forma de evangelizar, de ayudar a que más familias conozcan a Dios y se integren a esta hermosa comunidad”.
Su compromiso con la Iglesia, nutrido por la participación en distintos ministerios, ha fortalecido los lazos familiares y espirituales. “Si no ponemos a Dios en el centro de nuestra vida, no podemos solos con los problemas o las batallas que se nos presentan día a día".
Gracias a la música litúrgica, su familia ha encontrado un camino hacia Dios en medio de las adversidades. No es solo una herramienta para la oración y la alabanza, sino también una vía para la formación espiritual y el encuentro comunitario.
Reyna Durán, la hija mayor de Esmeralda, se inició en la música a los doce años, encontrando una motivación para profundizar en su fe. “En el ministerio de la música mis hermanos y yo encontramos un lugar donde pudimos compartir nuestro talento y eso nos ha motivado a invitar a otros. Los jóvenes deberían buscar su talento y ponerlo al servicio de Dios, para atraer a más personas y lograr que se sientan parte de la comunidad”, explicó.
Durante el tercer encuentro Internacional de Coros, el Papa Francisco resaltó la importancia de la música: “Es un verdadero ambiente en el que los jóvenes están continuamente inmersos, es también una cultura y un lenguaje capaz de suscitar emociones y plasmar la identidad.” Además, destacó que se trata de un verdadero instrumento de evangelización, permitiendo una celebración más profunda de los sacramentos, en especial de la Santa Eucaristía.
La música litúrgica tiene un propósito sagrado: enriquecer la experiencia espiritual y comunitaria de los creyentes. Para Esmeralda y su familia, ha sido un pilar fundamental en su vida y en su fe. No solamente los ha unido en la oración y la adoración, proporcionando un espacio sagrado donde pueden compartir sus alegrías y dolores, sino que también los ha ayudado a comprender mejor el significado de la Misa y a vivirla de manera diferente.
La música pertenece al ámbito del cielo. Los ángeles entonaron cantos en el Nacimiento del Niño Jesús y la liturgia invita a los fieles a sumarse a los coros celestiales, adhiriéndose al Santo, Santo, Santo, antes de la consagración. Como dice el salmo 100, “Voy a cantar la bondad y la justicia, para Ti es mi música, Señor”.
A medida que los hijos de Esmeralda crecen y se involucran más en los ministerios de la Iglesia, también se convierten en modelos a seguir para los más jóvenes de la comunidad. Su intensa actividad parroquial inspira a otros a seguir sus pasos y a descubrir el poder transformador de la adoración a través de la música.
Una enseñanza que Rubí les dejó, fue seguir participando del coro o permanecer implicados en los grupos de la Iglesia. El mes pasado, ella los invitó a participar del primer taller para músicos litúrgicos hispanos en la celebración de la Eucaristía.
“Había muchas cosas que nosotros no sabíamos, así que fue una jornada de mucho enriquecimiento. Con mis hermanos estábamos felices de poder aprender de Jaime Cortez y Anna Betancourt, porque desde chiquitos hemos cantado sus canciones”, explicó Reyna.
Durante el taller, pudieron profundizar en técnicas vocales, mejorar su comprensión de la música litúrgica y afianzar su vínculo con los demás fieles.
La historia de Esmeralda y su familia es un testimonio vivo del poder transformador de la fe y la música. A través de este ministerio, han encontrado consuelo en momentos de dolor, comunión en momentos de soledad y esperanza en momentos de desolación. En la sinfonía de la vida, Dios, a través de la música, siempre encuentra un lugar en los corazones abiertos y receptivos.