En su homilía, el arzobispo atribuyó el rápido avance de la causa del beato Solano a la devoción del pueblo
DETROIT — El 30 de julio, los fieles se reunieron en el Monasterio de San Buenaventura para celebrar la fiesta del beato Solano Casey, un alma sencilla y santa que dejó huella en Detroit.
Durante todo el día, la capilla se llenó para las tres Misas celebradas en honor al beato, incluyendo una Misa vespertina con tanta concurrencia que muchos debieron quedarse de pie. Esta fue presidida por el Arzobispo de Detroit, Edward J. Weisenburger.
“Es una bendición que este hombre tan amable y lleno de amor nos haya unido de esta manera”, expresó el Arzobispo Weisenburger, quien celebró por primera vez esta fiesta junto a la comunidad católica de Detroit.
El arzobispo compartió que años atrás fue sacerdote en la ciudad de Oklahoma, en la parroquia natal del beato Stanley Rother, y que conoce bien el impacto que puede tener un santo local en una comunidad de fe. Más adelante, colaboró en la causa de canonización del beato Stanley, quien al igual que el beato Solano, fue beatificado en 2017.
“Sé lo que implica hacer salchichas”, bromeó el arzobispo Weisenburger. “Es un proceso complicado, pero se hace mucho más llevadero cuando se trata de un verdadero santo. A Stanley lo beatificaron unas semanas o quizás un mes antes que a Solano Casey, así que he visto este camino desde distintos ángulos. Y es increíble lo lejos que hemos llegado”.
El arzobispo atribuyó el rápido avance de la causa del beato Solano a la profunda devoción que le tiene la gente.
“Esta devoción no es algo que estemos tratando de enseñar a la gente; más bien, ha brotado espontáneamente del corazón del pueblo”, explicó. “Y eso es lo que hemos visto a lo largo de 2.000 años de historia de la Iglesia: es la voz del pueblo la que clama —luego confirmada por Roma, por el Vaticano—, pero son ustedes los que se han sentido llamados a dar un testimonio más fuerte de su fe gracias a este hombre de Dios. Por eso esta causa avanza con tanta rapidez”.
El beato Solano Casey nació en 1870 como Bernard Francis Casey en Oak Grove, Wisconsin, en el seno de una familia de inmigrantes irlandeses dedicados al campo. Murió el 31 de julio de 1957 en Detroit. Ingresó a la orden de los capuchinos, pero tras seis años en el seminario no fue aceptado para la ordenación plena. Finalmente se le permitió ser sacerdote “simplex”, lo que le impedía predicar o confesar, y pasó sus días como portero del monasterio, donde tocó la vida de innumerables personas con su sabio consejo, su servicio humilde y sus oraciones de sanación.
Desde su muerte, miles de personas han compartido testimonios de sanaciones, misericordia y favores milagrosos atribuidos a la intercesión de este humilde capuchino.



En su homilía durante la Misa matutina de la fiesta en San Buenaventura, el padre Ed Foley, vicepostulador de la causa de canonización del beato Solano, confesó haber sentido una “ligera pero persistente ansiedad” mientras preparaba su discurso — ¿qué podía decir sobre el beato Solano que no se hubiera dicho ya?
“Predicar sobre Solano justo a unos pasos de donde reposan sus restos, que hacen sagrado este lugar, podría parecer un ejercicio repetitivo, un intento inútil de embellecer lo que ya es hermoso; un esfuerzo vano por susurrar secretos al viento”, dijo el P. Foley. “Por otro lado, el misterio de la fe, que proclamamos en cada Eucaristía, nunca podrá ser explicado del todo; el asombro por la encarnación de Cristo, que celebramos con tanto fervor cada Navidad, está más allá de la razón humana y jamás se comprenderá por completo, y el camino hacia la santidad que recorrió Barney Casey atraviesa tantas sendas que la posibilidad de explicarlo en su totalidad es casi imposible”.
La vida del beato Solano debe verse a través de un “prisma místico”, explicó el P. Foley, pero no el tipo que muestran las pinturas idealizadas con visiones extáticas o experiencias fuera del cuerpo.
“Más bien, Barney fue un místico de lo cotidiano que se convirtió en un Solano siempre atento, fijando la mirada en lo común de cada día y en la gente sencilla que cruzaba su camino diario”, dijo el P. Foley. “Vivió con una integridad poco común, con una coherencia sorprendente, con una transparencia impactante, con un misticismo mundano, respondiendo con un guiño a las revelaciones diarias de la presencia de Dios y a su fidelidad constante con cada ‘Deo gratias’... invitándonos a hacer lo mismo”.
Al finalizar la Misa vespertina, el Arzobispo Weisenburger recibió como muestra de agradecimiento una estola que representa al beato Solano y la Cruz Tau, en reconocimiento a su apoyo al Solanus Casey Center y al St. Bonaventure Monastery. La pieza fue confeccionada por Nancy Long, líder de la Banda de la Misión Eucarística, un grupo de costura con más de un siglo de historia que confecciona vestimentas para los capuchinos alrededor del mundo.
Long, quien forma parte del grupo desde 2011, explicó que adaptó el diseño a partir de uno creado por el difunto hermano Michael Gaffney, OFM Cap.



“Me inspiré a hacerlo porque había escuchado mucho sobre cómo el arzobispo ha venido aquí y lo amable que ha sido con los capuchinos desde que se mudó a Detroit”, contó Long a Detroit Catholic. “Creo que Solano Casey es un ejemplo maravilloso a seguir; su vida fue muy sencilla. Tenía una forma simple de hacer las cosas, y siempre tenía la puerta abierta para quienes necesitaban ayuda.”
Sama Kizy y su esposo asistieron a la Misa vespertina junto con sus mellizos de 2 años: Adam Solanus e Isaac Charbel.
Kizy comentó que tanto ella como su esposo tienen una devoción desde hace tiempo a San Charbel y al beato Solano, y que nunca se pierden la fiesta en San Buenaventura.
“Cuando mi esposo y yo supimos que esperaba mellizos, fue como una señal de Dios: dos niños, así que dijimos ‘Solano y Charbel’, no había forma de negarlo”, dijo Kizy.
También contó que su hijo Adam Solanus se anima cada vez que escucha mencionar el nombre de Solano durante la Misa, y que tanto ella como su esposo están enseñándoles a los niños sobre los santos que llevan como nombres.
“Como Solano, queremos que sean sencillos; queremos que ayuden a quien lo necesite, que sean buenos líderes y que sigan la palabra de Dios,” concluyó Kizy.