Al iniciar nuestro proceso de reestructuración arquidiocesana, trazaremos juntos un camino

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Desde que llegué a Detroit en marzo pasado, he tenido la gran alegría de conocer a muchos de ustedes, en celebraciones parroquiales, reuniones diocesanas, en misa y otras liturgias. En cada encuentro, he visto algo verdaderamente hermoso — he sido testigo de su profundo amor por Cristo, el amor por su parroquia, su amor por esta Arquidiócesis y su deseo de ver a la Iglesia de Detroit florecer para las generaciones venideras.

Además de las múltiples bendiciones, también he escuchado la sincera expresión de sus preocupaciones y su comprensión de los desafíos que enfrentamos ahora y en el futuro. Por favor, sepan que los escucho y que también veo estos desafíos. Muchas de nuestras iglesias se construyeron durante una época de enorme crecimiento, cuando más de 1.5 millones de católicos llamaban casa a esta Arquidiócesis. Hoy, esa cifra se acerca a los 900,000 — de la cual, una proporción menor asiste a misa regularmente. Hemos tenido dificultades para mantener edificios, ministerios y estructuras que fueron diseñados para una iglesia mucho más grande. La situación de los últimos 50 años nos ha dejado al límite de nuestras posibilidades — a veces demasiado limitados para poder servir plenamente como quisiéramos. Además, mientras luchamos con el cuidado de las estructuras parroquiales donde hay poca gente y de los edificios. También, estamos buscando asegurar la presencia de la población católica en zonas donde la iglesia está en crecimiento.

Aunque creo que nuestro compromiso con Cristo y su iglesia significa que debemos afrontar estos retos, no creo que este momento deba estar marcado principalmente por ansiedad y desesperación. Mas bien, creo que la situación a la que nos enfrentamos nos ofrece oportunidades reales y benditas. Creo de todo corazón que Dios nos está invitando a reimaginar la vida parroquial, el ministerio sacerdotal y nuestra misión. Creo que Dios nos está pidiendo que afrontemos nuestro futuro con creatividad y profunda fe. Que confiemos en que, si se lo pedimos, Él nos mostrará el camino para construir algo vibrante, sostenible y duradero para el futuro.

Por esta razón invito a todos los católicos de nuestra Arquidiócesis a que me acompañen en este proceso importante de reestructuración los próximos dos años. Será un camino de discernimiento que creo solo podremos lograr juntos — un tiempo para trazar la mejor ruta para cada una de las regiones y comunidades parroquiales. En este esfuerzo, cada voz y cada oración cuentan. El resultado final impactará a cada parroquia y comunidad de nuestra Arquidiócesis, por lo que cada uno de ustedes tiene un papel que desempeñar para forjar el futuro de nuestra Iglesia.

Es importante ser sinceros sobre lo que puede suponer esta reestructuración. Sabemos que no podemos mantener el mismo número de parroquias que tenemos hoy. Algunas comunidades parroquiales verán cambios en cómo y dónde se reúnen, mientras que otras se verán obligadas a cerrar templos, edificios los cuales han sido muy queridos por generaciones. Pero, así como habrá dolor por pérdidas o cambios en la vida parroquial, también habrán comunidades renovadas, ubicaciones mejoradas, y oportunidades para dirigir nuestros esfuerzos de compartir el Evangelio y hacer discípulos.

Creo que, si trabajamos para “reconfigurar” a la Arquidiócesis y reasignamos a nuestro personal y recursos financieros, el impacto de la presencia de la Iglesia — su misión, su fe y su gente — permanecerán.

Nuestro trabajo se guiará primordialmente por tres pilares fundamentales:

  • Parroquias vibrantes: Queremos que cada parroquia sea un latido vivo de fe, donde las personas encuentren a Cristo, crezcan en el discipulado y construyan una verdadera comunidad.
  • Sacerdotes florecientes: Nuestros sacerdotes son el corazón de la vida parroquial y deben tener la libertad y apoyo para enfocarse en lo que mejor saben hacer: predicar el Evangelio, celebrar los sacramentos y cuidar a su gente.
  • Listos para la misión: Al realinear de manera inteligente a nuestro clero y recursos financieros, llevaremos la alegría de Cristo a futuras generaciones con entusiasmo y propósito. Entregaremos a la siguiente generación una iglesia vibrante, próspera y viva en todos los sentidos.

Cada parroquia organizará dos sesiones de escucha en la próxima primavera, donde se dará la oportunidad de compartir la visión, esperanzas y sueños para el futuro de su parroquia local y de la Arquidiócesis. Mientras tanto, me encomiendo a sus oraciones. Habrá a su disposición estampas con una oración especial para el proceso en cada parroquia. También, pueden encontrar la oración en nuestro sitio web, restructuring.aod.org, junto con recursos adicionales relacionados a esta iniciativa.

A sí mismo, cada fase de la reestructuración se publicará en Detroit Catholic en español, la fuente gratuita de noticias oficial de la arquidiócesis en línea. La mejor manera de mantenerse al día en como nuestra reestructuración se desarrolla es suscribiéndose en es.detroitcatholic.com/subscribe para recibir noticias en su buzón de correo ya sea diaria o semanalmente.

Hermanos y hermanas, gracias por su generosidad de tiempo, oraciones, talento y fe. Juntos, y con la gracia de Dios, construiremos una Iglesia en la Arquidiócesis vibrante, próspera y plenamente viva en la misión del Evangelio.

Que Dios los bendiga en abundancia.

Reverendísimo Edward J. Weisenburger
Arzobispo de Detroit



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