El Papa Francisco lamentó que en la sociedad actual existen “muchos adultos” que no consiguen mantener una relación “porque son egoístas”, al tiempo que reivindicó que, en cualquier compromiso, “siempre hay algo que debemos perder para ir al encuentro del otro”.
“Vemos a muchos adultos así a nuestro alrededor, que no consiguen mantener una relación porque son egoístas”, señaló el Santo Padre al comparar a este tipo de personas con la figura del hijo pródigo.
Así, puso en paralelo la figura del hijo menor de la parábola, que “solo piensa en sí mismo, como ocurre en ciertas etapas de la infancia y de la adolescencia”, con estos adultos egoístas.
Según explicó, se “engañan pensando que pueden encontrarse a sí mismos y, en cambio, se pierden, porque sólo cuando vivimos para alguien vivimos de verdad”.
El Pontífice reflexionó sobre esta parábola, una de las más conocidas del Evangelio, en la catequesis que preparó para la Audiencia General de este miércoles, que no pudo celebrar personalmente por su convalecencia, al estar recuperándose de la neumonía bilateral que puso en peligro su vida en dos ocasiones.
En el texto difundido por la Oficina de Prensa del Vaticano, el Papa Francisco detalló que en la parábola del hijo pródigo se encuentra “el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios”.
El Santo Padre salió del hospital Gemelli de Roma el pasado 23 de marzo y todavía no ha retomado las citas públicas con los fieles. Sin embargo, este miércoles hizo una excepción y se reunió con más de 70 personas del equipo sanitario del hospital romano donde estuvo ingresado durante 38 días, a quienes agradeció su atención y cuidados.
En este nuevo ciclo de catequesis dedicado a las parábolas del Evangelio, recordó que Jesús pronunció esta parábola ante los fariseos y escribas que murmuraban contra Él por acoger a los pecadores, por lo que dirigió la reflexión de hoy a “aquellos que se han perdido, pero no lo saben y juzgan a los demás”.
El Papa Francisco también señaló que en esta parábola “el Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza, porque nos dice que, sea cual sea el lugar en el que nos hayamos perdido, sea cual sea el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos!”.
“El amor es un don precioso, hay que tratarlo con cuidado”
A continuación, indicó que el hijo menor representa a quienes se alejan porque sienten la relación con Dios o con los demás como una carga: “Se cansó de estar en una relación que sentía demasiado exigente”.
“Este hijo menor, como todos nosotros, tiene hambre de afecto, quiere que le quieran. Pero el amor es un don precioso, hay que tratarlo con cuidado. Él, en cambio, lo desperdicia, se malvende, no se respeta a sí mismo”, explicó.
Sin embargo, tras tocar fondo, el joven vuelve a casa. “Piensa en volver a casa de su padre para recoger del suelo alguna migaja de afecto”, escribió el Papa Francisco, quien denunció después cómo el vacío afectivo puede abrir la puerta a relaciones dañinas.
“El riesgo es que en esos momentos empecemos a mendigar afecto y nos aferremos al primer amo que se nos presenta”, manifestó.
Para el Pontífice, son estas experiencias las que hacen nacer en el interior de las personas “la convicción distorsionada de que sOlo podemos estar en una relación como sirvientes, como si tuviéramos que expiar una culpa o como si no pudiera existir el amor verdadero”.
En cambio, según el Papa Francisco, sólo “quien nos quiere de verdad puede liberarnos de esta visión falsa del amor”. Y añadió: “En la relación con Dios vivimos precisamente esta experiencia”.
El Papa Francisco hizo referencia a la obra del pintor Rembrandt El regreso del hijo pródigo, destacando dos detalles significativos: “El joven tiene la cabeza rapada, como la de un penitente, pero también parece la cabeza de un niño, porque ese hijo está renaciendo. Y luego, las manos del padre: una masculina y otra femenina, para describir la fuerza y la ternura en el abrazo del perdón”.
En su reflexión, el Pontífice también se refirió al hermano mayor, una figura frecuentemente olvidada pero clave en la parábola: “Es el hijo que siempre se ha quedado en casa con el padre, y, sin embargo, estaba lejos de él, lejos con el corazón. Este hijo tal vez también hubiera querido irse, pero por miedo o por obligación se quedó allí, en esa relación”.
El Pontífice advirtió, en este sentido, del peligro de vivir sin respetar la libertad interior: “Cuando nos adaptamos en contra de nuestra voluntad, empezamos a acumular ira en nuestro interior y, tarde o temprano, esta ira estalla”.
Así, señaló que, paradójicamente, al final de la parábola “es precisamente el hijo mayor el que corre el riesgo de quedarse fuera de casa, porque no comparte la alegría de su padre”.
- Esta nota fue publicada originalmente en ACIPRENSA.