En el siglo XVIII el Papa propuso que el Regina Coeli sustituyera al Ángelus durante la Pascua para expresar la alegría por la Resurrección de Jesucristo.
Durante el tiempo de Pascua, la Iglesia Católica reza el Regina Coeli en lugar del Ángelus, que se centra en los misterios de la Encarnación del Hijo de Dios.
Así lo estableció el Papa Benedicto XIV en el año 1742, como una manera de expresar a la Santísima Virgen María la alegría por la Resurrección de su Hijo Jesucristo, a la cual nos unimos todos como pueblo de Dios.
Sin embargo, se sabe que esta oración mariana se cantaba ya desde el siglo XII, y en el siglo XIII los franciscanos la difundieron por todo el mundo.
Como muchas oraciones, el Regina Coeli (latín) toma su nombre de las primeras palabras que componen la oración. Significan: “Reina del Cielo”, y hacen referencia a uno de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario: la Coronación de la Santísima Virgen como Reina y Señora de todo lo creado.
Aunque se desconoce quién escribió el Regina Coeli, una hermosa tradición le atribuye la autoría a San Gregorio Magno. Se cuenta que este pontífice y doctor de la Iglesia, mientras realizaba descalzo una procesión por las calles de Roma para pedir a Dios que acabara con una peste, escuchó algunos de los versos de la oración de la boca de los propios ángeles. En ese momento, la peste cesó.
¿Cuándo se reza el Regina Coeli?
Al igual que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres veces al día: al amanecer, al mediodía y al atardecer.
¿Cómo se reza?
-Alégrate, Reina del cielo. Aleluya.
-Porque el que mereciste llevar en tu seno. Aleluya.
-Ha resucitado, según predijo. Aleluya.
-Ruega por nosotros a Dios. Aleluya.
-Gózate y alégrate, Virgen María. Aleluya.
-Porque ha resucitado Dios verdaderamente. Aleluya.
Oración final del Regina Coeli:
Oh Dios que por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos por su Madre, la Virgen María, alcanzar el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Este artículo fue publicado originalmente en Desde la Fe