Cuatro seminaristas servirán el próximo año en parroquias del área de Detroit mientras se preparan para su ordenación sacerdotal en mayo
DETROIT - El pasado 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, tres miembros de los Compañeros de la Cruz dieron un paso importante en su camino hacia el sacerdocio.
Los Diáconos Michael Horianopoulos, CC, Sebastian Muggeridge, CC, y Eran Amarasingha, CC, fueron ordenados diáconos transitorios por el Arzobispo Marcel Damphousse de Ottawa en la Visitation Chapel, ubicada en la casa de formación de los Compañeros de la Cruz, en el noroeste de Detroit.
Los tres nuevos diáconos, quienes también hicieron su profesión final de votos el día anterior, se unieron al Diácono Tim Silver, ordenado el 17 de mayo de 2024 por el Obispo Scott McCaig, CC, del Military Ordinariate of Canada en la St. Timothy Parish en Toronto. Silver sigue un calendario académico ligeramente diferente al del resto de su grupo de ordenación.
Los cuatro diáconos transitorios pasarán el próximo año sirviendo en parroquias del área de Detroit mientras se preparan para su ordenación sacerdotal: el Diácono Amarasingha lo hará en St. Aloysius en Detroit; el Diácono Horianopoulos en Our Lady of Sorrows en Farmington; el Diácono Muggeridge en las orpus Christi and St. Scholastica parishes en Detroit; y el Diácono Silver en St. Anastasia en Troy.
El 14 de septiembre, fiesta patronal de los Compañeros de la Cruz, será una fecha que estos cuatro hombres jamás olvidarán. Sin embargo, sus caminos hacia el sacerdocio comenzaron hace muchos años, apoyados por familias devotas y amigos cercanos.
El Diácono Horianopoulos de Kitimat, originario de Columbia Británica, sintió por primera vez el llamado al sacerdocio en 2015 mientras asistía a un retiro llamado Discípulos Misioneros Hoy. Allí escuchó a un hombre casado hablar sobre la libertad que se encuentra al abrazar la vocación a la que Dios llama a cada persona.
“Habló sobre abrirle la puerta a Dios y dijo: ‘Dios, quiero que hagas lo que Tú quieras que haga’”, recordó el Diácono Horianopoulos. “Y entonces el amor de su vida apareció de repente. Pensé: 'Bueno, quiero ser lo que Dios quiere que sea'. No habían pasado ni 15 minutos cuando, durante una de las sesiones, miré un icono de Jesús y de pronto sentí un fuerte llamado al sacerdocio. Fue algo increíble”.
El Diácono Horianopoulos fue criado por una madre católica y un padre ortodoxo griego, por lo que era lógico que un icono desempeñara un papel en su vocación.
Cuando ingresó a los Compañeros en 2015, fue enviado a ‘La Granja’ en el norte de Ontario para su año propedéutico, y fue allí donde conectó con su espiritualidad antes de comenzar sus estudios en el Sacred Heart Major Seminary en Detroit.
“Lo que cambió en mí durante todo este tiempo fue el poder estar con Dios tranquilamente en oración”, dijo el Diácono Horianopoulos. “Una de las cosas más difíciles es aprender a permanecer en silencio y creer que realmente soy un hijo amado y reflexionar sobre eso, dejando que fluya más en mi vida”.
El Diácono Muggeridge, de Ottawa, Ontario, sintió su primer llamado a la vida religiosa durante un retiro organizado por los Compañeros y tuvo una profunda experiencia durante el sacramento de la confesión.
Unos años más tarde, al terminar sus estudios universitarios y dedicarse a la enfermería, volvió a sentir ese llamado.
“Estaba trabajando como enfermero en un hospital de Ottawa, y mi vida dio un giro de 180 grados porque me di cuenta de que Dios me amaba y quería tener una relación más profunda conmigo”, contó el Diácono Muggeridge. “Empecé a rezar, y a pedir a Dios que me mostrara lo que quería de mí, hasta que me di cuenta de que el llamado a la vida religiosa y al sacerdocio es algo que no viene de mí, sino de Él. Entonces le dije: ‘Dios, si esto es lo que quieres para mí, pon ese deseo en mi corazón’”.
El Diácono Muggeridge dijo que fue el carisma evangelizador de los Compañeros lo que lo atrajo a esta comunidad religiosa.
A lo largo de su proceso de formación, que incluyó dos retiros en la famosa “Granja”, el Diácono Muggeridge se dio cuenta de que había un motivo especial por el que Dios lo estaba llamando en ese momento y lugar a ser sacerdote.
“Creo que necesitamos ser evangelizados; el mundo necesita personas que compartan el mensaje del Evangelio. Me uní a esta comunidad para compartir este mensaje”, explicó el Diácono Muggeridge. "Ahora más que nunca, existe una apertura en esta generación, una generación tan alejada de la fe que, de nuevo, está dispuesta a escuchar un mensaje que nunca les fue transmitido. Creo que Dios me ha elegido por alguna razón para compartir mi historia, mi regreso a la fe, para utilizarme como instrumento en mis propias debilidades y pobreza como testimonio para el mundo”.
El Diácono Amarasingha creció en un pueblo católico de Sri Lanka, donde predomina el budismo, por lo que tuvo muchos profesores, religiosas y sacerdotes que lo animaron a considerar el sacerdocio.
Pero fue a los 14 años, cuando su familia se mudó a Toronto, que empezó a tomar conciencia de su fe y a plantearse el sacerdocio mientras estaba en la universidad.
Empezó a pensar en el sacerdocio diocesano cuando conoció al director de vocaciones de los Compañeros de la Cruz, quien lo invitó a un evento de “Ven y verás” para conocer mejor a la comunidad religiosa.
El Diácono Amarasingha fue por educación, sin pensar que cambiaría de opinión sobre la posibilidad de seguir el camino diocesano.
Todo cambió cuando conoció la vida de fraternidad de los Compañeros.
“Cuando participé de “Ven y verás” con ellos durante una semana, parecía que se llevaban bien, así que pensé: “Bueno, esto es positivo”, dijo el Diácono Amarasingha. “Pero a medida que pasaban los días, me sentía cada vez más a gusto. Sentí que los cuatro pilares de la comunidad —eucarístico, mariano, magisterial y carismático— ya formaban parte de mi vida. Parecía que Dios ya me estaba guiando en esa dirección, aunque en ese momento no lo sabía.”
El Diácono Amarasingha dijo que la cercanía que siente con el Señor en la oración es el mayor cambio que ha experimentado durante su formación. A lo largo de su discernimiento, nunca sintió grandes dudas sobre si estaba en el camino correcto; al contrario, cada encuentro, desde la evangelización en la calle hasta los estudios académicos, le dio la confianza de que Dios deseaba que fuera sacerdote.
“Creo que Dios me llama, ante todo, como un don, no porque tenga un talento especial, sino porque quiere usarme como instrumento para Su gloria”, afirmó el Diácono Amarasingha. “Me ha bendecido con muchos dones que serán de gran ayuda. Soy buen orador; me gusta evangelizar; durante el verano evangelicé mucho en la calle y en el campus durante el otoño. Soy bueno para atraer almas a Cristo.
“Desde el Concilio Vaticano II, todos los papas y obispos han hablado de la necesidad de la evangelización”, añadió el Diácono Amarasingha.
El Diácono Silver, de North Bay, Ontario, dijo que fue durante una conferencia espiritual que comenzó a interesarse por la vida religiosa. Como no estaba seguro, se unió a NET Ministries, donde su hermana ya era ministra.
El Diácono Silver fue asignado a Australia durante un año, y fue allí donde sintió por primera vez el llamado al sacerdocio, y le sugirieron una vocación particular a los Compañeros mientras ejercía su ministerio en Irlanda.
“Alguien que conocía en Irlanda me sugirió a los Compañeros porque yo era canadiense, pero nunca había oído hablar de ellos”, dijo el Diácono Silver. “Sin embargo, cuando visité su página web, supe que era justo lo que estaba buscando, porque se dedicaban a la evangelización. Yo ya formaba parte de un ministerio de evangelización, y quería estar en una comunidad que ayuda a la gente a tener un encuentro real con Jesús”.
Al comenzar su ministerio, el Diácono Silver dijo que servir en el altar, estar tan cerca de la Eucaristía durante la consagración y sostener el cáliz son los aspectos más importantes de ser diácono, junto con proclamar el Evangelio y dar la bendición.
“Estoy justo ahí, al lado del sacerdote”, explicó el Diácono Silver. “Poder arrodillarme junto a él, levantar el cáliz, es algo único”.
Pero como diácono transitorio, sabe que se trata solamente del siguiente paso.
“En realidad, es un adelanto de lo que podré hacer en algún momento: celebrar la Misa, elevar la Hostia y presentar a Nuestro Señor a la gente. Es lo que todos estamos esperando, lo que todos soñamos hacer para la gloria de Dios”, concluyó el Diácono Silver.