El Arzobispo de Agaña, Guam, ex obispo auxiliar de Detroit, será siempre recordado por su espíritu misionero, su amor por las Escrituras y su profunda fe en Dios
DETROIT - El 9 de junio, obispos, sacerdotes y feligreses de la Arquidiócesis de Detroit y de la Arquidiócesis de Agaña, Guam, llenaron la Cathedral of the Most Blessed Sacrament para rezar por el descanso del alma del Arzobispo Michael J. Byrnes, un líder espiritual dispuesto a ir hasta los confines de la tierra para predicar el Evangelio.
El Arzobispo Byrnes, ex obispo auxiliar de Detroit y antiguo arzobispo de Agaña, falleció el 30 de mayo a la edad de 66 años. Durante su funeral, fue recordado como un siervo obediente de Jesucristo que hacía que las personas a su alrededor quisieran acercarse más a Dios.
“Me ordené con el arzobispo”, dijo el P. John Riccardo, quien pronunció la homilía en la Misa fúnebre, celebrada por el Arzobispo de Detroit, Edward J. Weisenburger, y concelebrada por decenas de sacerdotes y obispos. “Cuando era joven, pensaba que sabía mucho. Y a medida que fui creciendo, también me fui dando cuenta de que no era así. Pero de una cosa estoy seguro: Dios odia la muerte. Y mientras tú y yo somos impotentes ante su poder cuando se lleva a quienes amamos, Él no lo es”.


Al comenzar la Misa, el Arzobispo Weisenburger ofreció sus condolencias a los familiares del Arzobispo Byrnes, quienes estaban sentados en las primeras bancas de la catedral.
“Antes de comenzar formalmente, permítanme expresar una palabras de apoyo para el hermano del arzobispo, su familia, su extensa familia, sus hermanos sacerdotes, muchos de los cuales él formó, y sus numerosos amigos que nos acompañan hoy,” dijo el Arzobispo Weisenburger. “También quiero dar una bienvenida especial al Arzobispo Ryan Jimenez, arzobispo de Agaña, quien sucedió al Arzobispo Byrnes en esa arquidiócesis, y al Obispo Romy Convocar, que fue vicario general del arzobispo y rector de la catedral antes de convertirse en obispo. Que su presencia aquí hoy sea una gran bendición para nosotros.”
“Hemos perdido a alguien muy querido, pero como enseña la Escritura, nuestro dolor no es como el de los paganos,” continuó el Arzobispo Weisenburger. “Que seamos consolados por las promesas hechas a Michael en su bautismo.”
En su homilía, el P. Riccardo dijo que se sintió sorprendido y honrado de haber sido elegido por el Arzobispo Byrnes para predicar en su funeral, y recordó que fue ordenado junto con él el 25 de mayo de 1996, en esa misma catedral donde se celebraba la Misa.

“Como sacerdotes, nosotros elegimos a nuestros lectores, la música y a quién queremos que predique”, dijo el P. Riccardo, director ejecutivo del apostolado ACTS XXIX. “Así que, si les sorprende que yo esté aquí, imagínense cómo me siento yo. Muchos de los que están aquí hoy conocieron al arzobispo mejor que yo. Todos tenemos nuestras propias historias; para eso están las visitas durante el velatorio, para eso servirá lo que hagamos después de esta celebración, y para eso están los próximos días: para recordar todas las maneras en que Dios tocó nuestras vidas a través de este hombre extraordinario”.
El P. Riccardo comenzó con una historia sobre San Antonio del Desierto, un monje cristiano egipcio del siglo III y uno de los primeros monjes de la Iglesia. Tres hombres solían visitarlo, dijo, y mientras dos de ellos no paraban de hacer preguntas, el tercero nunca decía nada.
Cuando San Antonio le preguntó por qué, el hombre respondió que el simple hecho de estar en su presencia le bastaba para sentirse enriquecido.
El P. Riccardo dijo que lo mismo podía decirse del Arzobispo Byrnes.
“Ya sea que lo conociéramos en Catholic Central (High School), en la University of Michigan, en los Servants of the Word, en el Sacred Heart Major Seminary, en St. Joan of Arc o Presentation/Our Lady of Victory Parish, o incluso en Guam, Mike nos inspiraba a ser mejores hombres”, dijo el P. Riccardo. “Anoche, simplemente verlo en el ataúd fue suficiente. Él me dio fuerza y me motivó a dar lo mejor de mí”.
Además, explicó que se puede aprender mucho de las lecturas que el Arzobispo Byrnes eligió para su Misa fúnebre, que incluían pasajes del Libro de la Sabiduría, la carta de San Pablo a los Filipenses y el Evangelio de San Mateo.


“Mientras rezo por el Arzobispo Byrnes y reflexiono sobre las lecturas que él escogió, lo escucho decirme: ‘John, elegí las Escrituras, predica las Escrituras’”, dijo el P. Riccardo. “Se trata de un hombre que amaba la Palabra de Dios. Para él era como el agua; algo esencial. Se empapaba en ella, encontraba fuerza en ella. Muchas veces lo escuché decir: ‘Todo lo que necesito es una Biblia, un misal, un poco de pan y algo de vino’. Quizás la Iglesia estaría mejor solo con eso”.
Las lecturas bíblicas iban desde la gran proclamación del rey David, “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”, hasta la enseñanza de San Pablo de que toda justicia viene del Señor. El Evangelio fue la Parábola de los Talentos, en la que los siervos del amo aumentan lo que se les ha dado, y Jesús les dice: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”.
El P. Riccardo dijo que todas las lecturas tienen en común la confianza plena en Dios para cumplir con la tarea de cada día.
“Es una comparación perfecta con la vida misma del Arzobispo Byrnes”, añadió el P. Riccardo.
“Él eligió las lecturas, pero nunca dijo por qué,” agregó. “Pero por lo que entiendo, el mensaje es este: primero, entrega el timón de tu vida a Dios. Muchas veces la vida no resulta como pensábamos: obligaciones, enfermedades, pérdidas, y más. Pero Dios está al mando y sabe lo que hace. No podemos conocer el plan; solo nos toca dejar que Él escriba la historia de nuestras vidas”.

El P. Riccardo también recordó a Santa Juana de Arco, patrona de la parroquia donde el Arzobispo Byrnes sirvió como vicario parroquial de 1996 a 1999, y donde pasó sus últimos años hasta su fallecimiento el 30 de mayo, día de la fiesta de Santa Juana de Arco.
El P. Riccardo comparó la historia de Santa Juana de Arco con el tiempo que el Arzobispo Byrnes dirigió la Arquidiócesis de Agaña, una Iglesia que atravesaba un momento muy difícil cuando él llegó.
La determinación y obediencia de Santa Juana de Arco a Dios la llevaron a participar en un “movimiento de resistencia” en Francia, señaló el P. Riccardo, “para que pudiera volver a estar bajo su liderazgo legítimo”.
“A Mike le gustaba pensar en la Iglesia de esa manera,” dijo el P. Riccardo. “Debemos recordar, como discípulos de Jesús, que no tenemos enemigos humanos. El único enemigo es Satanás y sus secuaces, y las armas que usamos son el amor, el carácter, la misericordia, la bondad, la verdad y la belleza.
“Él tenía muchas ganas de activar a la Iglesia, tanto aquí como en Agaña,” continuó el P. Riccardo. “Y especialmente a los laicos, a quienes veía como algo parecido a una nueva orden religiosa: hombres y mujeres llenos de dones, que estaban dispuestos a cumplir su misión”.
El Arzobispo Byrnes estaba siempre dispuesto a recordar a todos que, aunque la misión de la Iglesia es evangelizar, “no basta con proclamar el Evangelio,” dijo el P. Riccardo.
“También está el trabajo de la recreación,” añadió. “Y esa es la misión: no solo proclamar el Evangelio, sino permitir que el Evangelio penetre y perfeccione cada dimensión de la vida humana: el deporte, la salud, la justicia, la educación, el entretenimiento, lo que sea. Y esa es su tarea.”
“Toda la vida del Arzobispo Byrnes es una lección de que creer en Jesucristo es reconocer que la muerte ha sido vencida para siempre”, explicó el P. Riccardo, “y que dedicarnos a proclamar el reino de Cristo es la vida más plena que alguien pueda tener.
“Si hubieras estado ahí ese viernes que llamamos ‘Santo,’ habríamos pensado que fue una pérdida,” agregó. “Y estaríamos equivocados, porque la Cruz redimió al mundo. Así que nuestras cruces, unidas a la de Jesús, colaboran en la redención del mundo.”
La vida y testimonio del Arzobispo Byrnes al Evangelio cumplían un llamado de Dios a ser grande proclamando el mensaje salvador de Jesucristo, explicó el P. Riccardo.
“Hermanos y hermanas, no sabemos cuánto tiempo nos queda. Pueden ser décadas, pueden ser semanas”, continuó diciendo. “El tiempo que nos quede, vivámoslo plenamente. Que la gente pueda decir de nosotros: ‘Solo basta con verte. Me haces fuerte. Me recuerdas quién es Jesús. Me animas a tener esperanza, a confiar en Él, a apostar mi vida en Él, a entregarme a Él día tras día, y a vivir con alegría, incluso cuando comparto la Cruz’”.


Después de la oración final, acompañada por el canto de una bendición tradicional irlandesa, “May the Road Rise to Meet You”, el féretro del Arzobispo Byrnes recorrió el pasillo central de la Cathedral of the Most Blessed Sacrament, para luego ser llevado al Holy Sepulchre Cemetery en Southfield, donde descansará junto a su madre, Marie.
Pat Byrnes, hermano del arzobispo, comentó que fue muy emotivo ver a tantos fieles de Detroit y Agaña reunidos para despedir a su hermano.
“Así era Mike siempre, tenía un carisma especial para atraer a las personas,” dijo Pat Byrnes a Detroit Catholic. “Quiero que lo recuerden como alguien que, con solo conocerlo un poco, ya lo conocías de verdad”.
Al reflexionar sobre la vida de su hermano como misionero y su entrega a la voluntad de Dios, Pat contó que él y Mike heredaron de su madre una gran fortaleza desde muy jóvenes.
“Mike no era de gestos ni apariencias. Era un hombre de hechos”, expresó Pat Byrnes. “En la lápida que compartirá con nuestra madre estará grabada esta frase del Evangelio: ‘Bien hecho, siervo bueno y fiel’”.