El Papa León XIV previno contra el “estigma de la discriminación” de los inmigrantes y llamó a promover una nueva cultura de la fraternidad “más allá de los estereotipos y los prejuicios”.
“Hermanos y hermanas, esas barcas que esperan avistar un puerto seguro en el que detenerse y esos ojos llenos de angustia y esperanza que buscan una tierra firme a la que llegar, no pueden y no deben encontrar la frialdad de la indiferencia o el estigma de la discriminación”, señaló el Santo Padre.
El Pontífice hizo estas reflexiones durante la Misa que presidió este domingo en la Plaza de San Pedro con motivo del Jubileo del mundo misionero y el Jubileo de los migrantes, dos momentos centrales del Año Santo 2025, que se han celebrado el 4 y 5 de octubre.
El Papa hizo hincapié en el “drama” de los inmigrantes que huyen “de la violencia” y resaltó el “sufrimiento que los acompaña, el miedo a no lograrlo, el riesgo de peligrosas travesías a lo largo de las costas del mar y su grito de dolor y desesperación”.
“Pienso en modo particular en los hermanos migrantes, que han debido abandonar su tierra, muchas veces dejando a sus seres queridos, atravesando las noches de miedo y de soledad, padeciendo en su propia piel la discriminación y la violencia”, explicó.
No refugiarse en la comodidad del individualismo
Durante su homilía pidió a los católicos que no se refugien en la comodidad del “individualismo” y que, en cambio, miren “a la cara a aquellos que llegan desde tierras lejanas y heridas” para “abrirles los brazos y el corazón”, “acogerles como hermanos” y “ser para ellos una presencia de consolación y esperanza”.
Tras elogiar la labor de tantos misioneros creyentes y las personas de buena voluntad “que trabajan al servicio de los migrantes” explicó que el Espíritu Santo manda continuar la obra de Cristo “en las periferias del mundo, marcadas a veces por la guerra, la injusticia y por el sufrimiento”.
Así, aseguró que la conciencia de la vocación misionera nace del deseo de llevar la alegría y la consolación del Evangelio “especialmente a aquellos que viven una historia difícil y herida”.
Ante estos escenarios oscuros, continuó el Santo Padre, brota de nuevo el grito que tantas veces en la historia se ha elevado a Dios: “Señor, ¿por qué no intervienes?, ¿por qué pareces ausente? Este grito de dolor es una forma de oración que permea toda la Escritura”.
Así, citó las palabras que pronunció el Papa Benedicto XVI durante su histórica visita al campo de concentración nazi de Auschwitz en 2011 y señaló que la fuerza del amor de Dios “abre caminos de salvación”.
“La fe trasforma nuestra existencia hasta hacerla un instrumento de la salvación”
“Hay una vida, por tanto, una nueva posibilidad de vida y de salvación que proviene de la fe, porque la fe no sólo nos ayuda a resistir al mal perseverando en el bien, sino que trasforma nuestra existencia hasta hacerla un instrumento de la salvación que Dios sigue queriendo realizar en el mundo”, indicó.
La celebración reunió a miles de fieles de todo el mundo, entre ellos misioneros laicos y religiosos procedentes de un centenar de países, así como comunidades de inmigrantes residentes en Europa.
En su homilía, el Pontífice quiso unir de esta manera los dos rostros de la Iglesia en salida —el del misionero y el del migrante—, recordando que ambos comparten la fe que camina, que sale de sí misma. Dirigiéndose especialmente a los participantes del Jubileo del mundo misionero y el Jubileo de los migrantes, León XIV expresó: “Envió con afecto mi bendición al clero local de las Iglesias particulares, a los misioneros y a las misioneras, a aquellos que están en discernimiento vocacional”.
Y a continuación, se dirigió a los emigrantes y les dijo: “son siempre bienvenidos”. León XIV aseveró que la fe es una “fuerza mansa” que “no se impone con los medios del poder y en modos extraordinarios”.
En este sentido, subrayó que la salvación de Dios se cumple “cuando nos comprometemos en primera persona y nos hacemos cargo, con la compasión del Evangelio, del sufrimiento del prójimo”.
“Es una salvación que se hace camino, de forma silenciosa y aparentemente ineficaz, en los gestos y en las palabras cotidianas, que son como la pequeña semilla de la que habla Jesús; es una salvación que lentamente crece cuando nos hacemos siervos inútiles, es decir, cuando nos ponemos al servicio del Evangelio y de los hermanos no para buscar nuestros intereses, sino sólo para llevar al mundo el amor del Señor”, insistió.
Nueva época misionera en la Iglesia Católica
León XIV indicó que esta es la confianza con la que los católicos deben renovar “el fuego de la vocación misionera” al tiempo que anunció “una época misionera nueva” en la historia de la Iglesia.
Así aseguró que la misión ya no se basa en “partir”, sino más bien en el acto “permanecer para anunciar a Cristo a través de la acogida, la compasión y la solidaridad”.
“Si por un largo periodo hemos asociado la misión con el “partir”, el ir hacia tierras lejanas que no habían conocido el Evangelio o se encontraban en situaciones de pobreza, hoy las fronteras de la misión ya no son las geográficas, porque son la pobreza, el sufrimiento y el deseo de una esperanza mayor las que vienen hacia nosotros”, afirmó.
Todo esto exige, según el Pontífice, dos grandes compromisos misioneros: la cooperación misionera y la vocación misionera. En primer lugar, el Santo Padre instó a promover una renovada “cooperación misionera” entre las Iglesias lo que llevará a un “cristianismo más abierto”.
“En las comunidades de antigua tradición cristiana como las occidentales, la presencia de muchos hermanos y hermanas del sur del mundo debe ser acogida como una oportunidad, para un intercambio que renueva el rostro de la Iglesia y suscita un cristianismo más abierto, más vivo y más dinámico”, indicó.
Al mismo tiempo, aseguró que cada misionero que parte para otras tierras, está llamado a “habitar las culturas que encuentra con sagrado respeto, dirigiendo al bien todo lo que encuentra de bueno y de noble, y llevándoles la profecía del Evangelio”.
Suscitar el deseo misionero especialmente en los jóvenes
Asimismo recordó la belleza y la importancia de las “vocaciones misionera” y — al dirigirse en particular a la Iglesia europea— indicó que hoy se “necesita un nuevo impulso misionero, de los laicos, religiosos y sacerdotes que ofrezcan su servicio en las tierras de misión, de nuevas propuestas y experiencia vocacionales capaces de suscitar este deseo, especialmente en los jóvenes”.
Al mismo tiempo consideró que las comunidades del sur del mundo “están llamadas a discernir con atención las motivaciones vocacionales de quien desea ser misionero o misionera”.
El Jubileo del mundo misionero ha reunido en Roma a misioneros laicos y religiosos procedentes de un centenar de países, junto a representantes de congregaciones, organismos e instituciones dedicadas a la evangelización.
También han participado sacerdotes fidei donum, enviados temporalmente a la misión por sus obispos. El Jubileo de los migrantes, que ha tenido lugar en el mismo marco, ha puesto el acento en la acogida, la fraternidad y la esperanza de quienes han debido dejar su tierra.