Cada 24 de abril la Familia Salesiana inicia el mes de María Auxiliadora, como preparación a la fiesta mariana de esta advocación que se celebra el 24 de mayo. Aquí un sueño de Don Bosco sobre el pañuelo que da la Virgen a los jóvenes y que hizo llorar al santo.
En el tomo VI de las Memorias Biográficas, conjunto de 19 libros sobre la vida de Don Bosco, se cuenta que el santo un día soñó que estaba caminando por un valle cuando vio un hermoso palacio. Al frente del recinto había una plaza donde un grupo de jóvenes rodeaba a una Señora, quien era la Virgen.
Ella les entregaba un pañuelo a cada uno diciéndoles: “No lo abran cuando sople el viento, y si éste los sorprende mientras lo están extendiendo, volteen inmediatamente hacia la derecha, nunca a la izquierda”.
Los muchachos subieron a la terraza y se formaron en una larga fila, uno detrás de otro. Poco a poco fueron extendiendo sus pañuelos, los cuales tenían bordados de oro y unas letras que decían: “Regina virtutum” (Reina de las virtudes).
De pronto un fuerte viento empezó a soplar del lado izquierdo y se precipitó una fuerte lluvia, con truenos, granizo y nieve. Algunos lograron guardar rápidamente sus pañuelos, otros se voltearon a la derecha, pero muchos permanecieron con el pañuelo extendido.
El terrible temporal dañó los lienzos extendidos y les hizo huecos, perdiendo toda su hermosura. Don Bosco se acercó a preguntar qué significaba todo esto, y la Señora le recordó las palabras que estaban bordadas en latín en las telas.
La Virgen entonces le explicó que, al extender sus pañuelos, todos expusieron su pureza al viento de las tentaciones. Algunos huyeron rápidamente y los guardaron. Otros no tuvieron tiempo, pero giraron a la derecha, dando la espalda al maligno. Los que no hicieron nada son los que cayeron en pecado.
Don Bosco se quedó triste y se puso a llorar, porque los que preservaron la pureza eran pocos. La Virgen le dijo que no se aflija y que observara.
Luego un hombre gritó a los jóvenes que se muevan a la derecha. Casi todos lo hicieron. Pero algunos se quedaron quietos y sus pañuelos se arruinaron por completo.
Los que giraron con el pañuelo dañado, en cambio, los tenían remendados, sin agujeros, pero sin su forma original. La Señora le indicó que aquellos eran los que habían perdido la virtud, pero se enmendaron con la Confesión. Los que no se movieron son los que siguen en pecado y tal vez se dirijan a su perdición.
La Virgen concluyó diciendo: “Nemini dicito, sed tantum admone” (No lo digas a nadie, solamente amonesta). En este sentido, María Auxiliadora le pidió guardar esto en secreto, pero que animara a los jóvenes a que vivan la pureza. Algo que el santo hizo insistentemente hasta el fin de sus días.