Con la invitación del Papa Francisco a caminar juntos hacia el Jubileo Guadalupano a celebrarse en 2031, tiempo en el que conmemoraremos 500 años de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, es muy oportuno descubrir cómo puedes realizar este “camino” bajo su mirada amorosa.
Son 9 años que han iniciado el pasado 12 de diciembre de 2022, en los cuales podrás ir viendo la presencia maternal de María de Guadalupe en todo lo que hacemos y celebramos, viviendo un verdadero “Camino Guadalupano” ayudados de su pedagogía y de su mensaje. Por eso, a unos días de comenzar la celebración de la Semana Santa, te recomiendo vivirla bajo su mirada amorosa.
La también llamada Semana Mayor, es la conmemoración más importante del año litúrgico, porque tiene que ver con la celebración de la vida. Los misterios de la pasión y muerte de Jesús tienen su culmen en la resurrección que está adornada por el cumplimiento de todas las profecías y la recuperación vital de la vida para no morir jamás. La Pascua representa precisamente ese paso de la muerte a la vida.
Jesús en todo su ministerio y con su testimonio, anunció precisamente la liberación de aquello que en el mundo representa la muerte, y me refiero no solo al pecado, sino a todo aquello que no permite que nos desarrollemos como hijos e hijas de Dios, incluyendo a la cultura de la muerte que lamentablemente sigue presente en nuestras vidas.
La posibilidad de una vida plena que nos viene con la resurrección de Jesús y que celebraremos en la noche santa de la Vigilia Pascual, se representa con el agua viva, el fuego nuevo y el pan de la vida que recibimos como alimento, todo en esa noche nos habla de vida, de luz y del vencimiento de las tinieblas y la oscuridad.
Y es esa misma vida la que María de Guadalupe nos anuncia. Desde que se presenta a Juan Diego lo hace con estas palabras relatadas en el Nican Mopohua, como testimonio de lo que sucedió: “Ten la bondad de enterarte, por favor, pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, Aquél por quien se vive…”.
Como puedes darte cuenta, se refiere a Jesús, a Aquél por quien tenemos vida, aquél por quien vivimos, el Resucitado. Ella es la Madre de Él, a quien celebramos como fuego nuevo, como fuente de agua, como Palabra viva, como pan de vida y como luz del mundo.
Y el Nican Mopohua continúa diciendo: “Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi casita sagrada, para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación”. Nuestra Madre viene y se encuentra con nosotros para “mostrarlo”, para engrandecerlo, en pocas palabras para “exaltarlo” como “salvador”, tal y como lo conocemos y reconocemos durante la Semana Santa, de ahí que, en este tiempo, la devoción a la Virgen de Guadalupe adquiere un significado especial.
Por lo tanto, te animo a que, en esta Semana Santa, profundices en tu devoción a la Virgen de Guadalupe y en tu fe católica. Participa en las celebraciones de la Semana Santa en tu parroquia o comunidad, y pide a la Morenita del Tepeyac que te guíe en tu camino de fe.
Recuerda que la Semana Santa y la devoción a la Virgen de Guadalupe son una parte integral de nuestra identidad católica, y que a través de ellas podrás encontrar la fuerza y la inspiración para vivir tu fe en el mundo de hoy.
Que Dios te bendiga y que la Virgen de Guadalupe te guíe siempre.