Nueve misioneros se adentran en Detroit durante tres semanas para acercarse a los más necesitados, brindándoles amistad y recordándoles su dignidad como seres humanos.
Nota del editor: La siguiente historia fue publicada originalmente en inglés en Detroit Catholic.
DETROIT — Si la soledad se ha vuelto una dolorosa realidad para los más desfavorecidos y vulnerables de Detroit, Christ in the City llega como una solución esperanzadora.
A través de este apostolado originario de Denver, jóvenes misioneros se lanzan a la misión de ofrecer su amistad a los más necesitados en diversas ciudades de todo el país, estableciendo vínculos profundos y significativos con aquellos que van encontrando en su camino.
Desde el 21 de mayo hasta el 11 de junio, nueve misioneros de Christ in the City han estado viviendo en el Centro Estudiantil Nuestra Señora del Rosario y han recorrido a pie, de lunes a viernes, las áreas de Midtown y el centro de Detroit durante tres horas y media al día. Durante sus recorridos, se han encontrado con personas pobres y olvidadas, recordándoles el amor de Cristo hacia ellos y reafirmando su dignidad como seres humanos.
"Hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con los más pobres. Al salir a los mismos lugares a la misma hora, nos encontramos con las mismas personas de manera constante, lo cual nos permite establecer relaciones significativas con ellos", expresó Brogan McNease, misionero de segundo año en Christ in the City, en una entrevista con Detroit Catholic.

En Detroit, existen varios ministerios que ofrecen apoyo a las personas sin hogar, cubriendo sus necesidades temporales. Sin embargo, Christ in the City se caracteriza por su enfoque en proveer apoyo espiritual de manera personalizada, a través de lo que ellos llaman "encuentros genuinos".
"Cuando utilizamos el término 'encuentro', nos referimos a compartir nuestras vidas con los pobres", mencionó Helen Van Wijngaarden, quien es misionera por segundo año consecutivo. "Durante nuestra capacitación, aprendemos el papel de los trabajadores sociales y el papel de los misioneros. Los trabajadores sociales ofrecen soluciones a problemas y proveen bienes materiales, lo cual es muy valioso y necesario. En cambio, nosotros caminamos sin posesiones materiales, llevando solo agua y bocadillos en ocasiones. Lo único que tenemos para ofrecer es básicamente nuestra persona, nuestra amistad y el amor que compartimos en las calles".
Cada día, el grupo comienza rezando la Liturgia de las Horas para fortalecer su sentido de comunidad antes de emprender su misión. Caminan desde Nuestra Señora del Rosario en Midtown hasta la parroquia de San Aloysius en el centro de Detroit para asistir a la Misa. Después, se dispersan en diferentes direcciones para encontrarse con los más necesitados en las calles.

Hace once años, el apostolado de Denver fue fundado por el Dr. Jonathan Reyes, profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville en Ohio. Fue él quien concibió la visión de crear una organización misionera centrada en la construcción de relaciones y en estar presente para aquellos que más lo necesitan.
"El Dr. Reyes, profesor en la Universidad Franciscana, tuvo una visión para Christ in the City mientras impartía una clase, y la compartió con sus alumnos", mencionó McNease. "Al concluir la clase, uno de sus alumnos se acercó para expresar su deseo de unirse a esta misión. El Dr. Reyes fue inspirado por el Papa Juan Pablo II, quien, durante su visita a Denver para la Jornada Mundial de la Juventud, reconoció y enfatizó la importancia de promover una cultura de encuentro con los más necesitados y también con los laicos, en particular, los jóvenes católicos".
Christ in the City comenzó en Denver con un equipo inicial de diez misioneros, dedicados a salir a las calles durante siete horas diarias, seis o siete días a la semana.
Desde entonces, la misión ha evolucionado a un programa de formación de un año completo. Los misioneros se preparan en Denver o Filadelfia, y se desplazan a ocho ubicaciones diferentes durante el verano, que incluyen Denver, Filadelfia, Detroit, Boston, Gary (Indiana), Ohio, Dallas y Lincoln (Nebraska).
El programa está dirigido principalmente a adultos jóvenes en sus veintes, quienes desean dedicar un año de su vida al servicio de los más necesitados. Su objetivo es compartir el amor de Cristo con ellos y recordarles su dignidad intrínseca como hijos e hijas de Dios.

Durante su estancia en Detroit, los misioneros se esmeran por vivir de forma sencilla en comunidad. Para ello, reciben formación espiritual e intelectual a través de conferencias impartidas por la Hermana Esther Mary Nickel, RSM, directora de Culto Sagrado de la Arquidiócesis de Detroit. Asimismo, dedican todo el tiempo posible a compartir en comunidad entre ellos.
"Hemos sido bendecidos con el apoyo de la comunidad de Detroit Catholic, quienes nos han brindado alojamiento, colchones inflables y nos han recibido con los brazos abiertos", compartió Michaela Fullerton, misionera de primer año. "De no ser por la confianza depositada en el Señor y la generosidad de la comunidad, no habríamos tenido la oportunidad de conocer y experimentar la ciudad de esta manera".
Además de vivir en comunidad, hacer oración y emprender juntos la misión para encontrarse con los más pobres de Detroit, los misioneros de Christ in the City toman clases para aprender sobre la justicia social católica y familiarizarse con las parroquias y organizaciones basadas en la fe establecidas en la ciudad.
“Después de escuchar sobre el gran trabajo que Christ in the City ha hecho en Denver y otras ciudades alrededor del país, supe que necesitábamos su presencia aquí en Detroit”; compartió el Padre Mario Amore de la parroquia de San Aloysius, quien recientemente fue nombrado director del departamento de Evangelización y Discipulado Misionero de la Arquidiócesis de Detroit. “La Parroquia y Servicios Vecinales de San Aloysius busca ser un lugar donde nuestros hermanos y hermanas sin hogar puedan cubrir sus necesidades, sobre todo su gran necesidad de saberse amados por Cristo. Me emocionó que los jóvenes de Christ in the City pudieran ser una extensión del ministerio en nuestra comunidad en el centro de la ciudad".

Toda la experiencia permite que los misioneros de Christ in the City se sumerjan por completo en la cultura de Detroit, para que puedan tener una mejor comprensión de las personas con quienes se encuentran cada día.
"Quería entregarme por completo a los pobres, no de forma ocasional los fines de semana. Quería que fuera una forma de vivir, compartiendo mi vida con los más necesitados y entregándola por completo", expresó Van Wijngaarden con convicción. "Presenté mi solicitud, me enamoré del trabajo, del sentido de comunidad, y ha sido un año verdaderamente formativo, bendecido por el Señor".
Los misioneros apenas estaban conociendo Detroit cuando se pusieron en contacto con Detroit Catholic, adentrándose en la ciudad y trascendiendo los estereotipos iniciales y sus primeras impresiones.
McNease recordó una relación que construyó durante su tiempo en Denver y espera replicar en Detroit, un ejemplo del impacto que Christ in the City puede tener en la vida de alguien.

"Me encanta platicar de mi amistad con Mamá Gerry, una amiga de toda la vida de Christ in the City", expresó McNease con entusiasmo. "Todo comenzó con una amistad que fue creciendo a lo largo del tiempo y el deseo de lo mejor para ella. Hoy en día tiene un lugar donde vivir, pero recuerdo bien cuando la conocí. Era una mujer sorda, ciega y en silla de ruedas. La mayoría de los días los pasaba sola, frente a la televisión. Sin embargo, nuestro equipo de campo la visitaba una vez a la semana y dedicábamos parte de nuestro día para pasar tiempo con ella. Durante el transcurso del año, fue esa mujer sorda y ciega quien me hizo ver mi propio valor y dignidad como hijo de Dios, porque me mostró quién soy realmente. Esto es lo que significa ser un misionero. Descubrir quiénes son los demás y descubrir quién eres tú".
Es precisamente ese tipo de relaciones lo que Christ in the City busca forjar durante su breve, aunque impactante, estancia de tres semanas en la Ciudad del Motor.
Una de nuestras patronas es Santa Teresa de Calcuta, y una cita suya que recordamos con frecuencia es: "La soledad es la lepra del Occidente", compartió Van Wijngaarden. "Nuestros amigos en las calles pueden carecer de bienes materiales, pero su herida más profunda es la soledad, el sentimiento de ser no deseados, desconocidos y no amados. Por eso, nuestro papel espiritual es cuidar esa herida, asegurarnos de que sean vistos, deseados, amados y de que sus vidas sean valoradas".